Con-ciencia y sin corbata

La rutina no mata… si la entiendes
Emiliano Calvert
“¿La estructura estructura y la desestructura me desestructura?”
No es un trabalenguas, es la mejor frase que me han dicho en Querétaro y eso que allá también me dijeron que el taco de lengua se come con respeto.
Durante años, como buen adulto funcional millennial (es decir, medio en orden y medio en crisis), pensé que mi rutina era una coincidencia: despertarme y servirme café negro mientras veía las noticias o los memes trágicamente actuales, entrenar “porque pues es lo que tocaba”, bañarme en el mismo orden como si el shampoo y el jabón me juzgaran si no lo hacía así . Todo parecía casual… hasta que dejé de hacerlo.
Este verano decidí jugarle al “diferente”. Cambié los horarios, el orden, la música con la que me bañaba, hasta el tipo de comida que desayunaba. Y ¿qué pasó? Que el caos me pasó la factura.
Me costaba calcular el tiempo, dormía mal, rendía peor, y tenía el humor más inestable que las redes sociales en elecciones. Entonces me pregunté: ¿qué tanto depende mi bienestar de mi rutina?
Y sorpresa…: más de lo que crees. Y no lo digo yo (nomás). Lo dicen los expertos
Charles Duhigg y el loop del hábito
En El poder del hábito, Duhigg explica que toda rutina tiene un “loop” psicológico: señal – rutina – recompensa. Si rompes una de esas piezas, rompes el equilibrio. Si tu cuerpo está acostumbrado a arrancar el día con café y noticias, no es por flojera… es porque es su forma de prepararse para lo que sigue. Cambia eso y lo desprogramas.
Jordan Peterson y el orden como principio
Peterson, con todo y su controversial estilo, plantea que el orden no es opresión: es el marco que sostiene el sentido. En 12 reglas para vivir, dice: “limpia tu cuarto antes de querer arreglar el mundo”. Y claro, uno piensa que es literal, pero también es metafórico: ordena tu mente, tu agenda, tu rutina… o el mundo te va a revolcar.
James Clear y el hábito como identidad
En Hábitos atómicos, Clear defiende que tus rutinas son micro decisiones que refuerzan quién eres. No se trata de hacer ejercicio, sino de ser una persona que hace ejercicio. No desayunas temprano por costumbre, sino porque esa acción reafirma que cuidas tu energía. La rutina no es cárcel, es espejo.
¿Entonces la rutina es buena?
Sí.
¿Entonces no hay que cambiarla nunca?
No.
¿Entonces qué hago?
Piensa. Reflexiona. Y no trates de imitar rutinas ajenas si no entiendes tu propio mapa interno.
Rutina ≠ Rigidez. Y desorden ≠ Libertad
Vivimos en una era donde nos venden que “salir de la rutina” es la solución mágica para encontrar el propósito, ligar mejor o por fin hacerte viral. Pero muchas veces lo que se rompe no es la rutina, sino tu estabilidad.
La rutina buena no es la que te aprieta, sino la que te sostiene.
Y romperla, sin entenderla, es como patear una silla en la que estás parado.
¿Y entonces qué hago cuando quiero libertad?
Construye dentro de la estructura. Una rutina sólida no mata la creatividad, la potencia. Porque la mente libre necesita un cuerpo en orden. Es como un saxofonista de jazz: puede improvisar… porque ya sabe dónde están las notas.
En fin…
Así que si hoy estás leyendo esto preguntándote si deberías cambiar tu rutina o mantenerla… hazte una mejor pregunta: ¿entiendes por qué haces lo que haces?
Porque a veces no es el hábito el que nos atrapa, sino el no saber que lo necesitamos.
Y como diría mi amigo queretano:
“La estructura estructura, y la desestructura… te hace escribir columnas desestructuradas a las 2 a.m.”
Y eso sí que no se lo deseo ni a mi peor enemigo.