Con-ciencia y sin corbata
Psicosis cotidiana
Emiliano Calvert
Si Venezuela fuera una serie en Netflix , estaríamos en el capítulo donde todos miran al cielo esperando que aterrice Superman… pero aparece Trump
El petrolero
En los últimos días, la estatal PDVSA denunció un ciberataque, acusando como siempre a nuestro vecino del norte de querer arrebatar “ el oro negro” (o sea, el petróleo). Oficialmente dijeron que no pasó nada… aunque cuatro fuentes internas dijeron que sí: está todo más descompuesto de lo que se esperaba.
Mientras tanto, el gobierno de Estados Unidos anunció que incautaron un superpetrolero venezolano en alta mar, que supuestamente iba rumbo a Cuba con millones de barriles. Venezuela lo llamó piratería, EE. UU. lo llamó ataque a redes ilícitas, y el mundo lo llamó “otra raya más al tigre”.
Eso provocó que varios tanqueros dieran media vuelta como cuando llegas al súper y ves la fila del cajero de autopago: toda la flota empezó a cambiar de plan.
Maduro: discursos patrióticos y pasos de baile
El presidente Nicolás Maduro, en su típico estilo de profesor de zumba política, apareció en público bailando y blandiendo una espada de Bolívar, jurando que Venezuela estaba lista para “romper los dientes” del “imperio Yankee”.
Mientras tanto, en el terreno real, la Guardia Nacional sigue en la mira por graves violaciones a derechos humanos, según un informe de la ONU que recién salió a la luz y que califica prácticas represivas como crímenes de humanidad. Nada de arroz con mango: hablamos de torturas, detenciones arbitrarias y cosas de esas que te quitan el sueño (y la moral).
María Corina Machado: Nobel, fracturas y escape de película
¡Corte dramático! María Corina Machado (la oposición que por fin ganó un Nobel de la Paz) se fracturó una vértebra en pleno escape en bote camino an Oslo para recibir el premio. La escena: olas más bravas y un traslado que parece sacado de Misión Imposible.
Machado prometió volver para “seguir la lucha”. Nosotros solo pensamos: si vuelve, que sea con seguridad hasta los dientes.
Por si faltaba caos, también hay reportes de detenciones de líderes opositores dentro del país, algo que bien podría ser argumento para el próximo thriller venezolano:
Y Trinidad y Tobago que tiene que ver?
Trinidad y Tobago abrió sus aeropuertos para la logística del ejército estadounidense. Venezuela respondió como si alguien hubiera entrado a su casa a tomar café sin ofrecer galletas: canceló acuerdos de gas con Trinidad y comenzó la rutina de gritos diplomáticos.
En resumen: la región está más tóxica que tu familia estas fechas navideñas
La psicosis como sistema operativo
En Venezuela no hay calma.
Hay una tregua nerviosa.
No es miedo abierto ni pánico colectivo. Es algo más sofisticado y más desgastante: la sensación permanente que algo está por pasar, pero nadie sabe cuándo, cómo ni desde dónde. Una psicosis que no grita, susurra.
El país vive en modo espera: espera sanciones, espera discursos, espera anuncios, espera detenciones, espera que el precio del petróleo suba o que el teléfono no suene con malas noticias. Espera, sobre todo, no ser el siguiente daño colateral de una geopolítica que se juega muy lejos… pero se cobra muy cerca.
Porque cuando el conflicto es internacional, las decisiones se anuncian en Washington o Bruselas, pero se pagan en Caracas, Maracaibo o Valencia.
La tensión con Estados Unidos por el petróleo no es ideológica: es estructural.
La represión interna no es accidental: es método.
La oposición no vive épicas: vive resistencia física, emocional y logística.
Y la población no está distraída: está cansada.
Cansada de interpretar comunicados, de leer entre líneas, de aprender a sobrevivir en un país donde la política no se discute: se padece.
En fin:
Venezuela hoy no está al borde del colapso.
Está en algo peor: el punto donde nada termina de romperse, pero todo aprieta.
No hay guerra declarada, pero tampoco normalidad.
No hay intervención abierta, pero sí algo pasando.
No hay estabilidad, pero tampoco desenlace.
Y eso desgasta más que cualquier crisis frontal y declarada.
La psicosis no viene del caos, sino de la incertidumbre prolongada.
De vivir en un país donde cada semana parece el prólogo de algo que nunca llega, pero nunca se va.
Venezuela no necesita otro discurso, ni otro enemigo externo, ni otro símbolo para mover masas.
Necesita aire. Tiempo. Espacio para existir sin tensión permanente.
Porque cuando un país vive demasiado tiempo en modo supervivencia, deja de soñar, deja de planear , deja de crecer y deja de creer.
Y cuando eso pasa, el verdadero daño ya no se mide en barriles, sanciones o titulares, sino en generaciones completas que aprendieron a vivir en resignación … como si eso fuera normal.
Y no lo es.
