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25 de noviembre de 2025
Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • noviembre 25, 2025

¿Motivar es dar motivos?

Emiliano Calvert

La motivación es de esas cosas que todos creen entender hasta que les preguntas en serio qué los mueve. Ahí es cuando escuchas la clásica lista automática: el sueldo, la renta, la tarjeta, la familia, “no quedarme sin chamba”. Todo válido. Pero todo eso viene de afuera. Todo eso es motivación extrínseca. Y funciona… hasta que deja de funcionar.

La otra es la motivación intrínseca, esa que no te da nadie: la curiosidad, el orgullo, el gusto honesto por hacer algo bien. No se paga, no se firma, no se exige. Y cuando falta, por mucho que te suban el sueldo, sigues amaneciendo igual de seco.

El problema es que nunca nos enseñaron a distinguir entre “lo que me mueve” y “lo que me empuja”. La extrínseca empuja: te presiona, te ordena, te recuerda lo que debes. La intrínseca mueve: te jala, te interesa, te prende el switch. Pero vivimos tan saturados de pendientes, jefes y rentas que confundimos sobrevivir con estar motivados.

Si te soy honesto, lo extrínseco tiene su encanto. Todos necesitamos lana, estabilidad, reconocimiento. Ese alivio del depósito viernes tras viernes es tan humano como básico. Pero si todo tu esfuerzo depende de eso, te conviertes en algo bien común: alguien que trabaja “lo suficiente”. No porque seas flojo… sino porque tu motor viene con fecha de caducidad. El bono te prende dos semanas; la apatía regresa el día 15.

La motivación intrínseca es incómoda porque te obliga a mirarte de frente. Te pide preguntarte si lo que haces tiene sentido para ti, no para el jefe. Te recuerda que no todo lo define el dinero; que hay cosas que hacemos porque nos gusta hacerlas bien, porque nos dan identidad, porque nos retan. Cuando esa parte despierta, cambia algo silencioso: trabajas mejor, no más.

Pero ojo: tampoco hay que romantizar. Nadie vive de “seguir su pasión” cuando trae encima la luz, el celular y la hipoteca. El balance importa. La idea no es renunciar por impulso ni creer que todo proyecto debe emocionarte. La idea es no apagar por completo la parte que te conecta con tu propio criterio.

¿Quieres saber si tu motivación está en problemas? Hazte tres preguntas simples:

  1. Si mañana no hubiera bono, ¿seguirías dando lo mismo?
  2. ¿Hace cuánto no aprendes algo que te interese de verdad?
  3. ¿Tu trabajo te está construyendo o solo te mantiene?

Si las respuestas te incomodan, no es tragedia. Es señal. Puedes empezar en pequeño: hacer bien una tarea que siempre haces por obligación; desarrollar una habilidad nueva sin que te la pidan; poner un límite a algo que haces solo para evitar el enojo de alguien. Lo intrínseco no aparece de golpe: se recupera.

Al final, la vida profesional no es elegir entre lo que te gusta y lo que te paga. Es ajustar el equilibrio para no vaciarte por dentro. El sueldo jala, sí. Pero tú decides si vas a dejar que solo te alcance para cumplir… o también para crecer.

Porque cuando el dinero empuja y las ganas jalan, trabajas distinto. Y tarde o temprano, se nota.