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23 de octubre de 2025
Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • octubre 23, 2025

Por: Emiliano Calvert 

De Tijuana al plato grande

 

Alejandro Kirk está viviendo lo que muchos llamarían un milagro/ sueño… pero él le dice trabajo.
Hace unos años, ni el más optimista de los scouts habría apostado un peso por el “cacha gordito de Tijuana”. Hoy, es el primer catcher mexicano en llegar a una Serie Mundial. Sí, ese mismo al que nadie quería firmar porque no encajaba en el molde.

A los 17 años, Kirk se subía al bat y ni siquiera lo veían a él: lo usaban para evaluar a los lanzadores. Su baja estatura y su sobrepeso eran suficientes para que lo tacharan de “proyecto poco interesante”. Las Rayas de Tampa lo invitaron 10 días a su complejo en dominicana… y se fueron sin ofrecerle nada. Pero en 2016, los Blue Jays (que ya habían acabado con  la chequera con el fichaje de Vladimir Guerrero Jr) tenían solo 300 mil dólares disponibles para nuevas firmas. Y en ese reparto, decidieron apostar 30 mil por un mexicano que, según un scout, “no parecía jugador, pero sí podía batear, batear y batear”.

Esa frase le cambió la vida.

Su historia no tiene estetica, tiene tenacidad. Kirk pasó de ser una anécdota a un ídolo mexicano en Canadá. Hoy los fans de Toronto lo llaman “El Capitán Kirk”, y no solo porque suena chido: porque lidera con humildad y talento. Tiene ya un Guante de Oro, dos Juegos de Estrellas (uno como titular) y un contrato de 58 millones de dólares por cinco años. Todo eso, sin medir más de 1.73 m ni tener el físico de revista que tanto obsesiona a los scouts.

Su manager, John Schneider, lo resumió perfecto: “Kirky es un unicornio”.
Y tiene razón. Este tipo no solo desafió las leyes del scouting, también las de la lógica. En 2019, cuando debutó en ligas menores, muchos decían que no resistiría una temporada completa como receptor. En 2020, con apenas 21 años, subió a Grandes Ligas y conectó su primer cuadrangular en su segundo juego… ante los Yankees. En plena pandemia, con estadios vacíos, su swing sonó como si gritara: “Aquí estoy, y no pienso irme.”

En 2022, mientras Toronto peleaba el comodín, Kirk era el alma del vestidor: cantaba, bromeaba, calmaba a los pitchers novatos. Lo que antes parecía un “problema físico”, se volvió una ventaja. Su centro de gravedad, decían los coaches, le permite tener mejor control y estabilidad detrás del plato. Lo que antes era motivo de burla, hoy es ciencia aplicada al béisbol.

Por eso Kirk nos deja una lección que va más allá del diamante: no dejes que las etiquetas definan tu historia. El tipo que fue rechazado por “no parecer atleta” hoy es símbolo de constancia, carisma y liderazgo. El mismo que firmó por 30 mil dólares hoy batea entre estrellas millonarias y se ríe igual que cuando jugaba en las ligas infantiles de Tijuana.

En fin…

¿Casualidad? No. Fue trabajo, fe y un bate que nunca necesitó permiso para hablar.
Kirk nos recordó que el talento mexicano no pide oportunidad: la construye.
Que no hay molde para los sueños, ni límite para quien no se rinde.
Así que la próxima vez que alguien dude de ti, acuérdate de ese gordito de Tijuana que hoy juega en el escenario más grande del béisbol.
Porque los héroes no siempre usan capa… a veces usan peto, máscara y un corazón del tamaño de todo México.