Camino a Valinor

Al maestro con cariño
José Inocencio Aguirre Willars
¡Hola! Muy buenos días, tardes o noches, dependiendo la hora en que me lean.
Cada 15 de mayo, México se detiene un instante para rendir homenaje a quienes, con vocación, paciencia y entrega, siembran la semilla del conocimiento: los maestros. No se trata solo de una fecha marcada en el calendario, sino de una jornada que nos invita a reflexionar sobre la profunda huella que deja cada educador en la historia de nuestro país.
El origen del Día del Maestro en México se remonta a 1917, cuando el entonces presidente Venustiano Carranza decretó esta celebración como un acto de reconocimiento a la labor docente. La fecha se eligió en honor a San Juan Bautista de La Salle, patrono de los educadores, pero también como una respuesta a la necesidad de enaltecer la profesión más noble: la de enseñar. Desde entonces, esta fecha se ha convertido en un símbolo de gratitud nacional hacia quienes moldean las mentes que algún día liderarán nuestro país.
Ser maestro en México no es tarea sencilla. Más allá del aula, enfrentan retos estructurales, brechas de desigualdad, carencias materiales y realidades sociales complejas. Sin embargo, con admirable resiliencia, miles de docentes continúan llegando cada día a sus salones —ya sean de concreto o de madera— decididos a transformar la vida de sus estudiantes. Su vocación no se mide por un salario, sino por el brillo en los ojos de un niño que finalmente entendió las fracciones, por el adolescente que descubre su pasión por la historia, por la joven que se atreve a soñar con una carrera universitaria.
La importancia del magisterio va más allá de impartir contenidos curriculares. Los maestros son guías, consejeros, modelos a seguir. En muchos rincones del país, son figuras clave en comunidades donde la escuela es uno de los pocos espacios de esperanza y oportunidad. Gracias a ellos, la educación se convierte en un acto de justicia social, una herramienta que rompe ciclos de pobreza y abre caminos hacia un futuro mejor.
En un país como el nuestro, donde la reconstrucción profunda y duradera solo puede surgir de una sociedad educada y crítica, el papel del maestro es esencial. Cada lección que imparten, cada valor que inculcan, cada esfuerzo por motivar a sus alumnos a ser mejores, es una inversión en el desarrollo de México. No hay desarrollo económico, justicia ni democracia posibles sin una educación sólida. Y no hay educación sin maestros.
Hoy, más que nunca, es urgente reconocer, valorar y apoyar esta labor. Porque en sus manos se encuentra el poder de cambiar destinos, de formar ciudadanos comprometidos, de construir un México más justo, más humano y más preparado para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
A todos los maestros y maestras de México: gracias. Su trabajo es el corazón que late en cada escuela, el faro que guía a nuevas generaciones, y el pilar silencioso sobre el que se sostiene nuestra nación. ¡Feliz Día del Maestro!
Saludos a todas y a todos y por aquí nos vemos la próxima semana.