Leslie Delgado
“La hechicera le aseguró que a su esposo ‘le han dado de beber el más antiguo filtro de amor’, compuesto de los ‘jugos personales’ de la amante, es decir, menstruación. Lo diluyó en chocolate y se lo dio a beber, aderezado con raspadura de uñas de manos y pies. Para contrarrestar la poderosa poción, Gerónima recurrió a la flor puyuma (probablemente datura o toloache)”.
Según los investigadores Arturo Villarreal Reyes y Alan Caballero, así como documentos proporcionados por el Archivo Municipal, en los rincones del Saltillo colonial y decimonónico —donde superstición y hechicería se entremezclaban con la vida cotidiana— la magia, los rituales y la medicina tradicional coexistían con un sistema de justicia temido y severo: la Santa Inquisición. Los juicios y acusaciones por brujería y hechicería revelan un mundo donde las prácticas ocultas y el enfrentamiento con la autoridad formaban parte del tejido social.
El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de México, establecido por mandato del rey Felipe II en 1569, se encargaba de perseguir y castigar los actos contrarios a la fe, las buenas costumbres y la moral cristiana; acosaba a los disidentes de los dogmas católicos y vigilaba los libros que entraban o se imprimían en la Nueva España para evitar los “libros prohibidos”. El fondo Inquisición del Archivo General de la Nación (AGN) está compuesto por 1,555 volúmenes documentales, que contienen abundante información sobre los procesos llevados a cabo en el Tribunal del Santo Oficio. Los delitos más perseguidos por este tribunal eran la herejía y la brujería, pero también se pueden encontrar informes sobre limpieza de sangre y genealogías para ocupar cargos, así como registros de gastos y otras prohibiciones impuestas a los habitantes del reino español.
Herejía en San Esteban de la Nueva Tlaxcala
El arquitecto y autor Arturo Villarreal Reyes, investigador de la brujería en el antiguo Saltillo, señala que los primeros registros de herejía en la región se remontan a 1593. Ese año, Francisco de San Miguel, un fraile del convento franciscano de San Esteban de la Nueva Tlaxcala, causó polémica al comparar la Resurrección de Cristo con la liberación de un galeote de las galeras. Villarreal relata que “en 1593 en Saltillo había un fraile llamado Francisco de San Miguel… dijo que Jesús había salido del sepulcro como un ‘galeote cuando sale de galeras’… causó revuelo”. Este comentario provocó una reacción intensa y alertó a la Santa Inquisición, que finalmente expulsó al fraile de la ciudad.
Brebajes para recuperar al ser amado
Décadas después, en 1660, cuatro mujeres de Saltillo, entre ellas Gerónima de Sotomayor y su hija María de Voz Mediano, fueron acusadas de usar métodos esotéricos para recuperar el afecto del esposo de Gerónima. Mariana de la Fuente, una mestiza, elaboró una poción con huesos de muerto y otros ingredientes que debía ser consumida por el esposo en chocolate. Este tipo de mezclas era común en los rituales de amor de la época. Sin embargo, el episodio terminó en tragedia: en un arranque de ira, Gerónima mató a su esposo y fue condenada al destierro, trabajos forzados y prisión. Villarreal relata: “Cuatro mujeres, tres de la misma familia, fueron juzgadas… porque Gerónima de Sotomayor se quejaba amargamente de que su marido… le daba mala vida por una amistad ilícita”.
Documentos del Archivo General de la Nación registran cómo Gerónima buscó ayuda para recuperar a su esposo. Una hechicera le aconsejó darle un “filtro de amor”, preparado con los “jugos personales” de la amante y raspadura de uñas. Para contrarrestar la potente pócima, Gerónima recurrió a la flor puyuma, también conocida como datura o toloache, una planta tóxica utilizada en prácticas amorosas.
El investigador Alan Caballero indica que, tras estos incidentes, los hombres de la época acusaban a mujeres de darles brebajes de este tipo para “conquistarlos”. “En aquella época, medio Saltillo estaba tomando menstruación con chocolate”, comenta Caballero, subrayando cómo la histeria colectiva se alimentaba de los rumores entre varones.
Las coplas del diablo y prácticas oscuras
El 22 de agosto de 1751, el inquisidor Hermenegildo Vilaplana describió un proceso en Coahuila que involucró a más de 80 personas acusadas de brujería y otras prácticas ilícitas. En un informe detallado, se narra cómo las prisioneras eran examinadas mientras el público se reunía en la puerta de la cárcel para escuchar los sermones del notario, quien advertía sobre la presencia del demonio en estas prácticas.
“Hacia 1748, en Monclova, a María Hinojosa se le cayó en la calle una bolsita que contenía cabellos atados, espinas y piel, elementos usados en conjuros para volverse invisible. El sacerdote José Flores revisó el contenido y determinó que era un artefacto ‘maleficioso’ para la brujería y hechicería. Hinojosa fue acusada y, con ella, más de 50 personas en todo el estado”.
La histeria colectiva llegó al punto en que muchos forasteros evitaban visitar Monclova por temor a ser acusados de brujería. Algunos relatos mencionan supuestos aquelarres nocturnos, en los que las personas se untaban un tipo de cebo y bailaban con el diablo, alucinando que se convertían en lechuzas y volaban. Esto llevó a la Inquisición a actuar. Una de las acusadas, sobrina del gobernador, fue apresada en una cárcel secreta en Ciudad de México; al parecer, la torturaron y, aunque fue liberada, se cree que permaneció en la ciudad pidiendo limosna en las calles.
Asimismo, menciona que las mujeres cantaban una copla muy característica que decía: de Zacatecas venimos, al reino vamos y el Saltillo nos quedamos.
Hechizos de amor y curandería
Saltillo continuó siendo escenario de presunta brujería. En 1868, Jesús Escobedo afirmó que su hijo Marcelino estaba “embrujado” por su enamorada Isabel Flores, a quien acusó de haberle dado toloache. Al investigar, las autoridades hallaron a Marcelino en un estado alterado y señalaron a Flores por el supuesto encantamiento.
Las tensiones entre medicina oficial y medicina tradicional reflejan la confrontación entre fe, ciencia y magia en Saltillo. Para algunos, chamanes y curanderos eran figuras respetadas; para otros, representaban un riesgo. En 1748, varios hombres azotaron a una mulata, sospechando que había embrujado a la esposa de uno de ellos. En 1881, María Eulalia Gárate enfrentó restricciones para continuar con sus curaciones, lo cual generó protestas entre quienes dependían de sus tratamientos.
Estos relatos destacan la persistente tradición de magia y medicina esotérica en Saltillo, una ciudad donde lo sobrenatural y la religión se entrelazan con la vida diaria y la justicia. Las leyendas de hechiceras y pócimas amorosas aún sobreviven, recordando un tiempo en que la brujería, la superstición y la fe conformaban un mundo complejo.