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19 de diciembre de 2025
Opinión

Trizas y trazos

Trizas y trazos
  • diciembre 19, 2025

Para mayores de 50 años

Antonio Zamora

No consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos, se encargaron de tirar todo por la borda, incluidos los pañales.

¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables…!

Sí, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar.

¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables!

Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

Yo no digo que eso fuera mejor. Lo que digo es que, en algún momento, me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra.

Lo más probable es que lo de ahora esté bien; eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses, el monitor de la computadora todas las Navidades o el televisor cada año.

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! Se compraban para la vida de los que venían después.

La gente heredaba relojes de pared, bicicletas, cámaras fotográficas, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. Tiramos absolutamente todo.

Ya no hay zapatero que remiende un zapato, ni colchonero que carde la lana de un colchón y lo deje como nuevo, ni afiladores por la calle para los cuchillos, ni sastre que haga composturas.

De “por ahí” vengo yo, de cuando todo eso existía y nada se tiraba.

Y no es que haya sido mejor; es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el “guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo”, pasarse al “compre y tire que ya se viene el modelo nuevo”.

Hay que cambiar el auto cada tres años porque, si no, eres un arruinado, aunque el coche esté en buen estado, y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo.

A mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre.

Me educaron para guardar todo: lo que servía y lo que no, porque algún día las cosas podían volver a servir. Las cosas no eran desechables, eran guardables.

Nos leemos el lunes…