Paralaje

UTRC
Por Hugo Díaz Aguilera
En fechas recientes, la Universidad Tecnológica de la Región Carbonífera, conocida por sus siglas como la UTRC, fue puesta en el ojo del huracán luego de una denuncia —al menos pública— que hicieron los padres de un joven “estudiante de esa universidad” (más adelante lo entrecomillado cobrará relevancia), por supuesto maltrato, discriminación y, hasta cierto punto, bullying escolar por parte de directivos y docentes hacia su hijo.
En las redes sociales, principalmente, comenzó una auténtica satanización de la escuela y los docentes señalados como “agresores”. La mayor parte de las consignas eran en el sentido de cómo es posible que personas de ese tipo (agresores) trabajaran como docentes; otras apuntaban al director de la institución y otras más hablaban de un revanchismo contra el joven.
Dicho joven presenta una condición del espectro autista y sostiene un conjunto de áreas de oportunidad que, al día de hoy, le impiden completar un perfil conveniente para ser ingeniero en minas. Esta condición intelectual del joven, al decir de los padres, se le hizo saber desde el principio a los directivos.
Desde la experiencia propia, escribiré aquí lo difícil que es, como padre de familia, digerir y entender una condición de esa naturaleza en un hijo o en una hija. Sobre todo para quienes, de alguna u otra manera, el término autismo nos es prácticamente nuevo. Antaño, a los que padecían una dificultad de este tipo, eran llamados reprobados, dejaban la escuela y quién sabe qué suerte corrían.
El nuevo modelo educativo indica que nadie puede quedar sin escuela; el punto es que no apuntan qué clase de escuela.
Generalmente, quienes viven en una condición del espectro autista desarrollan un talento en ciertas áreas, careciendo del mismo para otras tareas. Por ejemplo, una persona con estas características puede no ser competente para las ciencias exactas, pero tiene talento para el arte o para el deporte, y viceversa.
Desde el punto de vista pedagógico, el joven tiene problemas para expresarse, para leer, carece de liderazgo y —algo que reconocen sus padres— carece de entereza para trabajar bajo presión. Estas son algunas características —sin conocer ampliamente el caso en particular— que se detectan.
Quienes hemos tenido la oportunidad de pasar, ya no por una carrera profesional, sino simplemente por la “escuela”, sabemos que tiene sus “bemoles”, dicho de manera coloquial. Tiene sus complejidades, porque son retos que se van superando para saber si una persona es apta para desempeñar una tarea u oficio.
Conozco parte del trabajo que se realiza en esa escuela y conozco a buena parte de sus docentes y directivos; unos y otros son profesionistas probados que han demostrado en distintas lides su oficio académico.
El rector Sergio Villarreal es un profesionista cuya expertise es de larga data, con un prestigio ampliamente reconocido. Por declaraciones de exalumnos, sé de la calidad educativa que se imparte en la escuela. Por declaraciones de compañeros del joven en cuestión, puedo poner en duda —mas no negar— los señalamientos que se hacen por parte de los padres con respecto al joven estudiante…
Esta columna continuará la próxima semana.