Con-ciencia y sin corbata

Comunicarse bien no es decir mucho, es decir claro (y pensar mientras hablas)
Emiliano Calvert
Hay días en los que uno se pregunta: ¿cuántas juntas podrían resolverse con un correo? ¿Cuántos correos podrían resumirse en un sticker? Y sobre todo: ¿por qué hay tantos discursos que dicen mucho y explican nada? La respuesta no siempre está en hablar más. Está en pensar mejor. Vivimos en una época donde todos tienen una opinión. Y no está mal. El problema es que pocos se toman el tiempo de analizar lo que dicen, cómo lo dicen, y sobre todo… si tiene sentido lo que están diciendo. Y ahí entra el combo que hoy quiero traer a la mesa: análisis de la comunicación y pensamiento crítico. Dos conceptos que suenan a clase de filosofía, pero que en realidad son herramientas de supervivencia en el mundo profesional. O como yo les digo: el Google Maps para no quedar como un improvisado en plena junta.
¿Hablas o sólo haces ruido?
Comunicarse bien no es sonar elegante. Es tener claro qué quieres decir, a quién se lo estás diciendo y con qué intención. No es lo mismo decirle “necesitamos resultados” a tu jefe que a tu equipo. No es lo mismo mandar un “urgente” en Slack que aparecer a las 10:45 a decir “oye, lo olvidé”.
Análisis de la comunicación significa detenerte un segundo antes de abrir la boca (o darle “enviar”) y pensar:
• ¿Qué información es clave aquí?
• ¿Cómo la puedo estructurar para que no se pierda en el bla bla bla?
• ¿Estoy adaptando el mensaje al receptor o estoy en modo podcast personal?
Pensamiento crítico: el filtro que todos deberíamos activar más seguido Pensar críticamente no es criticar todo. Es cuestionar con criterio. Es hacerse preguntas incómodas:
• ¿Esto que estoy diciendo es real o lo estoy repitiendo porque lo leí en Twitter?
• ¿Esta fuente que cité es confiable o la compartió un primo con foto de perfil de Pikachu?
• ¿Esta decisión la tomamos porque es lo correcto o porque “siempre se ha hecho así”?
Pensar críticamente no te hace más lento. Te hace más certero. Es el súperpoder que separa a los que improvisan bonito… de los que proponen con base sólida.
Aplicaciones reales para la vida corporativa (y para evitar papelones)
1.Presentaciones: Si vas a presentar resultados, analiza qué espera escuchar tu audiencia. ¿Quieren profundidad o claridad? ¿Números o impacto? Un error común es pensar que comunicar es soltar datos. No. Comunicar es conectar.
2. Reuniones: Evita ser el que habla por hablar. El que hace pausas dramáticas sin tener nada que decir. El que responde todo con “depende”. Si no tienes claro tu punto, mejor pregunta o pide más contexto.
3. Feedback: Aquí se combinan ambos conceptos. Pensamiento crítico para detectar qué es relevante y análisis de comunicación para expresarlo sin parecer condescendiente ni agresivo. Ser directo no es ser grosero. Ser claro no es ser frío.
4. Redes sociales: Antes de opinar en caliente, hazte tres preguntas: ¿es verdad? ¿aporta algo? ¿vale la pena decirlo? Si fallas en una, mejor guarda el tuit. Tu versión 2028 lo agradecerá.
Ejemplo cotidiano (pero dolorosamente real)
Reunión de equipo. Tema: resultados del trimestre. Pedro levanta la mano. Dice 6 minutos de conceptos técnicos, sin hilo conductor, sin contexto, sin pausas. Cierra con: “y bueno, eso es todo”. Silencio incómodo. Ana interviene: “Lo que Pedro quiere decir es que bajamos ventas en marzo, pero ya lo estamos corrigiendo”. ¿La diferencia? Pensar antes de hablar. Y hablar con estructura.
En fin…. Comunicarse bien y pensar con claridad son habilidades que no vienen con el título universitario. Se construyen. Se afinan. Y sí, se pueden perder si no se usan. Porque en un mundo donde todo el mundo opina, lo valioso es el que aporta. En un entorno saturado de mensajes, gana quien tiene la capacidad de hacer que el suyo se entienda, se sienta y se recuerde. Así que la próxima vez que vayas a explicar un proyecto, dar feedback, o simplemente mandar un audio… Piensa: ¿esto comunica o solo me desahoga? ¿Estoy hablando… o estoy diciendo algo?
Mini reto para esta semana Antes de mandar tu siguiente correo, dale una segunda lectura con este filtro: • ¿Es claro? • ¿Es necesario? • ¿Está adaptado a quien lo va a recibir? Si las tres respuestas son sí, mándalo. Si no… corrige. Tu yo futuro, tu equipo y tus neuronas te lo van a agradecer