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18 de noviembre de 2025
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Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • noviembre 18, 2025

GenZ 2

Emiliano Calvert

Hace apenas unas semanas escribía sobre la marcha de la Generación Z en Nepal: un movimiento joven, espontáneo y sorprendentemente organizado que buscaba lo mismo que todos buscamos a los veinte y tantos: estabilidad, claridad y un futuro que no se sienta prestado. Lo que nunca imaginé es que ese fenómeno global también se reflejaría acá, casi en efecto espejo, mostrando que los jóvenes en México comparten la misma inquietud universal: cuando algo deja de sentirse estable, lo mínimo que puedes hacer es levantar la mano.

Y eso hicieron.

Los jóvenes en México salieron del scroll. Dejaron el TikTok, el Spotify y hasta la junta de Zoom que pudieron haber ignorado, y se pararon en la calle a decir algo muy simple:

“Oigan… esto ya no se siente tan estable.”

Lo interesante es que no fue un movimiento de “los de acá contra los de allá”. No fue partidista, no fue ideológico. Fue más básico y más potente: una generación revisando el tablero.

Un país lleno de “equipos” y cansado de pleitos

La vida en México últimamente se siente como si todo fuera un debate eterno. Si dices blanco, alguien te grita negro. Si dices azul, otro se ofende porque prefería verde. Y la Gen Z creció así, viendo a todos dividirse por cualquier cosa: música, tacos, política, hasta por cómo duermen.

Lo sorprendente es que, a diferencia del Internet, esta vez no salieron a pelear.

Salieron a decir:

“No venimos a armar bronca. Venimos porque ya no entendemos qué está pasando.”

La economía que se siente… aunque no seas financiero

Una de las razones del movimiento viene de una inquietud muy real: la economía anda rara.

En los últimos meses se fueron del país alrededor de 8,500 millones de dólares en inversiones, la salida más grande en casi una década.

Para quienes tienen 25–30 años, esto no suena a gráfico complicado: suena a rentas cada vez más altas, sueldos que no suben igual de rápido, trabajos más inestables y canastas básicas que pesan más.

La Gen Z no protestó por moda. Protestó porque es la primera generación que entra a la vida adulta con esta duda clavada en la cabeza:

“¿Sí voy a poder vivir de esto, o solo sobrevivir?”

Personas distintas, la misma sensación

Lo más interesante es que no solo fueron jóvenes. Hubo profesionistas, trabajadores, freelancers, estudiantes, microempresarios…

Todos con vidas completamente diferentes, pero con la misma sensación en el estómago:

“No queremos que el país se descarrile.”

No marcharon para tumbar nada.

Marcharon para evitar que todo se rompa más.

El país como un avión en turbulencia

Imagínate México como un avión.

Los de la derecha pelean por la ventana, los de la izquierda por el pasillo, otros porque ya no hay snack.

Y mientras todos discuten, la Gen Z se levanta y pregunta:

“Oigan… ¿alguien revisó si este avión trae gasolina suficiente?”

No quieren manejar la cabina.

Solo quieren asegurarse de que sigamos volando.

En fin…

Lo que pasó estos días no fue una protesta política.

Fue un recordatorio generacional:

“Queremos un país que no se rompa. Queremos un futuro que valga la pena. Queremos poder planear algo sin miedo a que todo truene mañana.”

Y algo importante: esto no termina en la marcha. No es un día, no es una foto, no es un trending topic. Estos momentos nos obligan —para bien— a mantenernos involucrados. A participar. A opinar con responsabilidad. A aportar algo, aunque sea mínimo. La participación no es un evento: es una actitud.

Si esta generación ya dio el primer paso fuera del scroll… ojalá nosotros tengamos la decencia de caminar junto con ellos.