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16 de septiembre de 2025
Opinión

Apropiarnos (y escribir como mujer)

Apropiarnos (y escribir como mujer)
  • diciembre 15, 2021

Cyntia Moncada

“El acto de escribir es el acto de hacer el alma, alquimia”

Gloria Anzaldúa

Desde que tengo memoria escribo. Escribir me ha dado trabajo y me ha salvado de muchas catástrofes. Cuando era reportera, hablaba de otros, contaba sus historias, replicaba sus voces, pero sobre mí o mis opiniones casi nunca. Así que cuando acepté escribir estas columna, como pañuelos de mago, las preguntas comenzaron a brotar entrelazadas una detrás de la otra: ¿Cómo voy a escribir? ¿Cuál será mi voz? ¿Escribo desde el cerebro o desde la entraña? ¿Con qué estilo? La mayoría de mis referencias en columna eran hombres, pero yo no quería escribir como ellos, yo quería escribir como mujer, ¿cómo es escribir como mujer?

Cuando era niña mi abuela me excusaba siempre de los deberes domésticos, en cambio, ponía excesiva dedicación en cultivarme la imaginación y la mente. Me contaba historias y respondía a todas mis preguntas. Era una narradora extraordinaria y tenía una precisión envidiable para las sentencias. No había nada que decir después de que la abuela hablaba; a veces sólo reíamos o dejábamos que sus palabras quedaran en el aire e intentando atrapar aunque sea un poco de aquella sabiduría ancestral. Ella no tenía el privilegio de saber escribir y leía apenas lo necesario, pero me forjó (junto con mis padres) un mundo paralelo en el que era posible que yo escribiera.

Por eso, mientras me siento en este lugar privilegiado y las frases se van formando en la pantalla, pienso que escribir como mujer (como una mujer del desierto) es un compromiso con las que fueron calladas, es apropiarnos de las historias que nunca fueron contadas y usar las palabras que nuestras abuelas no pudieron poner en papel.

Escribir como mujer es la responsabilidad de hablar lo que a ellas se les negó (“porque nuestro punto es nuevo para una historia que lo ha negado, usurpado, cientos de millones de veces”, Cristina Rivera Garza), es decirnos unas a otras: escribe “porque durante siglos se nos fue negado” (Virginia Woolf).

Escribir como mujer es despertar a los espíritus de nuestras ancestras; reencontrarnos con el cuerpo y el placer (“Que tu cuerpo sea siempre/ un amado espacio de revelaciones”, Alejandra Pizarnik); arrebatar los espacios que desde siempre debieron ser nuestros.

Y cuando dudo, cuando el pánico de sostener la escritura se apodera de mí, regreso al lugar desde donde quiero hablar. Vuelvo al desierto, a las tardes en las que la abuela me cultivaba la imaginación con la misma dedicación que labraba la tierra, con la misma decisión con la que cortaba la mala hierba para que las plantas crecieran; regreso al mundo que me inventó (porque no había otra manera de hacerlo posible) para que yo pudiera escribir, susurrar o gritar si era necesario, las palabras que a ella le hicieron falta.