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11 de noviembre de 2025
Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • noviembre 11, 2025

Manual para ganarle al algoritmo

Por Emiliano Calvert

Si alguna vez sentiste que abriste TikTok solo para ver “dos videítos” y de derrepente pasaron 45 minutos, tranquilo: no te distrajiste, te atraparon.

Y no fue casualidad.

Fue el algoritmo, ese compa silencioso que ya sabe que a las 11:37 pm estás acostado, medio triste, con antojo de chisme y un crush que no contesta.

No exagero: el algoritmo ya conoce tus horarios, tus antojos y tu tipo de humor. Sabe que te gustan los videos de perritos, pero también los de conspiraciones; que pausas más en los clips de comida que en los de finanzas, y que si ves algo motivacional es porque ese día amaneciste sin ganas de nada.

En resumen: el algoritmo no adivina lo que quieres ver… te lo dicta.

Y eso es algo interesante y algo de miedo.

Antes, la vida era sencilla: Messenger, zumbidos y el “me conecté solo para ver si estabas”.

Hoy, ya ni tú sabes por qué abriste Instagram, pero terminas viendo un video de un arquitecto japonés explicando por qué no has sanado tu infancia.

Lo más curioso es que en el norte lo vivimos igual que en todos lados, pero con nuestro propio toque:

Abres TikTok para ver cómo quedó el bulevar Eulalio Gutiérrez y terminas en un video de “cómo hacer café de especialidad en casa”.

En Facebook, solo querías ver las fotos de las carreras de ese fin de semana, pero acabas comprando una lámpara de escritorio “minimalista”.

Las plataformas no te enseñan lo que necesitas, sino lo que te mantiene ahí.

Y te aseguro que lo logran: somos la generación que creció con MSN y hoy se autodiagnostica con TikToks de 15 segundos.

Nos conocen todo: el humor, los horarios, las crisis, las pausas, los días que le damos like a frases tristes y los días que no reaccionamos a nada.

Pero no todo está perdido.

Si ya entendimos que el algoritmo existe, también podemos jugar con él.

Seguir cuentas que aporten, silenciar las que drenan, y recordar que no todo lo que se muestra es real.

El scroll no es terapia, el “para ti” no es destino, y el algoritmo no es tu fin: es solo un espejo digital que amplifica lo que más tocas.

Al final, el algoritmo no es malo; solo es adicto a tener la razón.

Te conoce tan bien que ya ni necesita escucharte.

Pero eso no es entender: es registrar.

Refleja lo que tocas, amplifica lo que callas, pero sigue sin poder copiar lo más importante: la contradicción humana.

Esa mezcla rara entre cansancio y ganas, entre calma y caos, entre el “ya no puedo” y el “bueno, uno más”.

Porque mientras él calcula, nosotros seguimos improvisando sin guion, sin filtro y, a veces, etc. pero vivos.

Y eso, aunque no se vea en el feed, sigue siendo un gran diferencial.