Dobleces
Un dirigente migajero
Israel Mendoza Pérez
Aunque se cristalizó el bloque de PRDs locales para amalgamar una fuerza nacional, a mediano plazo, la facción de Omar Ortega, dirigente estatal y coordinador parlamentario en el Estado de México, maneja el último reducto de influencia del exdirigente Jesús Zambrano, con la esperanza de ofrecer el capital político a una fuerza partidista de mayor peso. Craso error. Seguir a Zambrano es enfilarse al desolladero.
Omar Ortega se encuentra atrapado en la arrogancia en la que lo envolvió Zambrano y la corriente ADN de Héctor Bautista que busca vivir de mendrugos políticos. Le dieron poder sobre un ladrillo. Sin embargo, su influencia actual es nimia en la entidad. En cambio, la reagrupación del PRD tiene un avance de 25 por ciento a nivel nacional, su presencia en ocho estados, se traduce en una presencia creciente en comparación con lo que representa Zambrano en la actualidad. Nada.
El bloque nacional de partidos locales del PRD, integrado por las dirigencias de la Ciudad de México, Michoacán, Guerrero, Morelos, Zacatecas, Hidalgo, Tlaxcala y Oaxaca comienza a construir una plataforma electoral con los objetivos de recuperar gobiernos y fortalecer al PRD como una fuerza política nacional. Por lo que se advierte que rumbo a 2027, el bloque perredista tenga una presencia en la lucha electoral propia sin dependencia de una alianza.
Eso es lo que desprecia Omar Ortega. Su añoranza de las pasadas alianzas y la voracidad política de Zambrano lo tienen obnubilado. El PRD estatal en el Estado de México, se encuentra atrapado entre las glorias del pasado y el presente de la arrogancia.
De acuerdo con los recientes lineamientos del bloque, el comité promotor tendrá como papel convocar a toda la militancia y a los movimientos de izquierda del país, para fomentar el reencuentro y el fortalecimiento de la unidad de la izquierda progresista en el país.
Y es que este bloque nace sin los caudillos que medraron con las siglas del PRD por más de tres décadas. Los últimos años en manos de Jesús Zambrano, el partido del sol azteca se convirtió en una fuerza testimonial en la que su narrativa se sustentaba en lo cualitativo de la militancia y no en lo cuantitativo. En ese fraseo, el PRD perdió espacios, militantes y los recursos se manejaron para ir en una alianza en la que Zambrano convirtió el legado de la izquierda en una fuerza migajera.
A ese camino se enfila el PRD de Omar Ortega. Su negativa de formar parte del bloque perredista es por una obediencia a ciegas al exdirigente Zambrano y no a los intereses de los simpatizantes que aún creen en las siglas del partido negroamarela.
Dueño de una porción mínima del perredismo, Ortega carece de la fuerza para reagrupar a la militancia. Se quedó con todo lo que un partido tiene. Eso ambicionaba. Ahora, solo administra la pobreza política.
