Por Ulf Laessing
BAGDAD, 10 mar (Reuters) – Sobrevivieron a la censura bajo Saddam Hussein y los años de violencia que siguieron a su caída. Es por eso que los libreros de Bagdad no están demasiado preocupados por el coronavirus.
Las autoridades iraquíes instaron a las personas a evitar las reuniones públicas y ordenaron el cierre de los cafés ya que la cifra de contagiados con el COVID-19 en el país asciende a 67, principalmente atribuidos a viajeros procedentes de Irán.
Sin embargo, los libreros de la calle Mutanabbi, a orillas del río Tigris, todavía se reúnen con sus clientes para hacer negocios y discutir de política como hacen habitualmente.
Algunos eventos culturales han sido cancelados pero escritores, músicos y pintores todavía acuden allí los viernes, reuniéndose cerca de la imponente estatua de Mutanabbi, el poeta del siglo X por el cuál la calle lleva ese nombre.
La cifra de participantes disminuyó por causa del virus y por meses de violentas protestas callejeras antigubernamentales, pero quedarse en casa no es una opción para los amantes de las letras, aun si eso significa andar con mascarillas.
“He venido aquí todos los viernes desde la década de 1980 cuando era estudiante”, comentó Jawad al Bidhani, profesor universitario, quien compró cuatro libros académicos.
“La enfermedad es peligrosa y mortal. Pero eso no nos impedirá venir a la calle Mutanabbi. Así que aprovechamos la oportunidad para sentarnos aquí con nuestros amigos durante una o dos horas”, dijo.
El mercado es un barómetro de la vida intelectual. La tradición literaria de la ciudad se resume en el dicho: “El Cairo escribe. Beirut publica. Bagdad lee”.
Las opciones eran limitadas bajo Hussein, quien prohibió toda actividad crítica. Tras su caída, la literatura política y religiosa se popularizó pero los gustos están cambiando a medida que los iraquíes pierden la confianza en un sistema político que muchos consideran corrupto.
“Hay poca demanda de libros políticos, también de libros religiosos”, afirmó el librero Hamza Abu Sara. “La gente compra más libros de autoayuda (…) o ficción”.
Una crisis económica ha afectado las ventas, pero Saraa al-Bayati, la única comerciante femenina del mercado de libros, no piensa cerrar.
“Estamos bien”, declara desde la tienda de una sola habitación donde vende publicaciones propias y trabaja en traducción.
La librería es su sueño. Su familia no la dejaba estudiar periodismo en la universidad, por considerar el trabajo demasiado peligroso en el turbulento Irak.
Se graduó en ingeniería pero decidió fundar una editorial.
“Simplemente amo los libros”.
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(Reporte adicional de Maher Nazem y Khalid Al-Mousily; Editado en español por Janisse Huambachano)