Por Luis Guillermo Hernández Aranda
Por mi papá me hice aficionado al beisbol. Él me enseñó anotar en el score lo que iba pasando en el diamante. Nunca lo jugué en ligas amateurs, sólo en el barrio, preferí practicar el futbol, pero siempre me he considerado aficionado a este deporte.
Recuerdo ir a los juegos de los Algodoneros con mi padre, leer la revista Super Hit, y acompañarlo desde niño a los juegos de softball de los equipos que patrocinaba. Ese encanto por el beisbol me regresó este fin de semana cuando vi los juegos de México en el Clásico Mundial de Beisbol, certamen donde se coronó campeón Japón.
Inmediatamente me vino a la memoria cuando veía con mi papá los juegos de la liga del Caribe, particularmente en 1986 cuando las Águilas de Mexicali obtuvieron el título con un equipo dirigido por el Cananea Reyes donde sobresalían las jugadas del Paquín Estrada y de Alfonso, Houston, Jiménez.
Este fin de semana sufrí y disfruté con el juego de México contra Japón. Finalmente, el equipo asiático nos dejó tendidos en el campo, pero me llamó la atención como en las redes los usuarios hablaban orgullosos del esquipo.
Aquí caso contrario a la selección de futbol no hay poses de divas, por el contrario, hay un enorme placer por jugar y defender los colores de México. Sin duda mención aparte merece Randy Arozarena.
La historia de este cubano nos ofrece grandes enseñanzas. De acuerdo al portal de Yahoo Sports: “Randy Arozarena nació en Cuba en 1995. Ante la falta de oportunidades laborales y económicas, a los 20 años de edad abandonó la isla caribeña y se subió en una lancha con dirección a México. En 2015 llegó a Isla Mujeres, México.
Posteriormente se trasladó a Mérida, donde retomó el deporte que le cambió la vida, pues tuvo un breve paso en la liga cubana de beisbol en 2013. Luego de eso, los Toros de Tijuana de la Liga Mexicana de Beisbol lo ficharon en 2016. No duró mucho, pues los Mayos de Navojoa de la Liga Mexicana del Pacífico se hicieron de sus servicios. Fue hasta 2020 que las Grandes Ligas se fijaron en él. De ese modo, los Cardenales de San Luis lo llevaron a la ‘Gran Carpa’. Con San Luis duró poco, ya que los Rays de Tampa Bay apostaron por el jugador y su carrera comenzó a elevarse”.
Gracias a su llegada a las grandes ligas pudo mantener a su madre y hermanos viviendo en Mérida, Yucatán. Además de que tiene una hija nacida en México. Randy pidió ser nacionalizado mexicano para defender la casaca de nuestro país.
Su historia nos deja de manifiesto la cultura del esfuerzo, de construir su propio futuro independiente de las circunstancias, donde la actitud juega un papel fundamental, pero sobre todo el ser agradecidos con aquellos que te tendieron la mano.