Paralaje

A mis maestros
Me puse a platicar hace poco con un cuate y me preguntó de qué maestro tenía mejores recuerdos durante mi paso por la escuela, y le contesté que de todos. De todos los maestros tengo gratos recuerdos y vivencias. Las sigo teniendo porque, aunque no lo crean, sigo siendo estudiante: un estudiante de la vida y de la escuela, que admite el compromiso que es ser padre, maestro, guía o liderar un equipo de trabajo.
A lo largo de mi vida, en las instituciones por las que he pasado, me he topado con grandes personas que depositaron en mí, primero, la semilla de ser una persona humana, responsable y, sobre todo, un buen ciudadano que fuera por la vida sembrando y construyendo.
Jamás, de mis maestros, recibí una acción disciplinaria que buscara inhibir mis “derechos humanos”. Siempre me otorgaron correctivos que buscaban que terminara de entender lo que podría ser bueno o malo para mí como persona. Sé que no fui, cuando joven, un estudiante destacado académicamente, mucho menos de fácil trato, pero mis maestros descubrieron en mí ese ser receptivo que podía rendir buenos frutos.
En mi paso por la secundaria conocí a extraordinarias mujeres que se desempeñaban como maestras —mis maestras—, y aprendí a leer, a reafirmar mis conocimientos para escribir, incursioné en un segundo idioma, y vi en algunas de ellas la figura maternal que, fuera de casa, se preocupaba porque yo aprendiera, guiándome con ternura, pero sobre todo con mucha firmeza, a cumplir la meta: terminar la secundaria.
En la preparatoria, por mi perfil en la carrera técnica, la mayoría de mis mentores fueron hombres, y ahí descubrí el modelo de maestro que yo quería llegar a ser: un maestro empático, un maestro que facilitara la cotidianeidad de la vida para entender lo encontrado en los libros, pero sobre todo un maestro firme, un maestro que exige de sus alumnos el mejor de sus esfuerzos por aprender lo conveniente y seguir adelante.
En el tecnológico me di cuenta de que mis maestros son seres humanos con un gran compromiso, y que, en la medida en que ese compromiso se iba desarrollando de manera conjunta para completar en mí un profesionista con la preparación que el mundo laboral y productivo —pero sobre todo familiar— exige, se pueden lograr excelentes resultados.
En mi paso por el posgrado vi en mis maestros a personas extraordinarias, con un ánimo inquebrantable de sembrar en mí y en mis compañeros el firme propósito de hacer algo más que una licenciatura y de aportar a mi entorno esa parte de todo ser humano que significa preocuparse y ocuparse de lo que a nuestro alrededor sucede, por la forma en que nos impacta.
En la actualidad curso un doctorado y sigo viendo en mis maestros a individuos con un sólido propósito: que nos demos cuenta de que, dentro de nosotros, existe una persona que puede empujar para convertirse en un factor de cambio en nuestra sociedad.
A todos mis maestros y maestras, mi aprecio, reconocimiento, mi felicitación, pero sobre todo mi agradecimiento por todo lo que han hecho en mí. Los aprecio.