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El que no llora

De buena Fuente

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13 de Octubre 2017
Hoy, Raúl Sifuentes y José Luis Dovalina tienden puentes en nombre de la antigua amistad, y sus personeros le recuerdan anécdotas de trabajo común al gobernador electo

En política es difícil sudar calenturas ajenas, pelear por cuestiones externas y negociar sin un beneficio de grupo o personal.

Por eso no extraña que personeros de dos importantes integrantes de la vida política lagunera comiencen a cabildear para obtener el perdón del gobernador electo, Miguel Ángel Riquelme, en aras de viejas alianzas y de conocidas amistades.

El sampetrino Javier Guerrero se fue por la puerta trasera del Partido Revolucionario Institucional para contender como candidato independiente a gobernador en la elección de junio pasado.  Su aventura tuvo un final infeliz, pero Javier es un ente político de gran capacidad intelectual y fuertes conexiones con Carlos Salinas de Gortari, Cuauhtémoc Cárdenas, y otras figuras de grandes ligas.

A partir de la conclusión de la elección y a pesar de que en lo público demuestra su apoyo al frente opositor que impugnó el triunfo de Riquelme como gobernador, Guerrero García se mantiene atento a los movimientos del exalcalde torreonense y pide a amigos mutuos, susurrarle la conveniencia de un acuerdo político que lo regrese al PRI.

El aún dirigente de Movimiento Ciudadano Raúl Sifuentes Guerrero se cuece aparte en esta enredada trama de intereses. Amigos desde hace muchos años, Miguel y Raúl trabajaron juntos en proyectos comarcanos, y lograron adueñarse de los espacios políticos laguneros.

La pésima orientación de Ricardo Mejía Bermeja, Benigno Gil de los Santos, y de José Luis Dovalina, impidió un acuerdo entre Raúl Sifuentes y Humberto Moreira Valdez, cuando éste último gana la candidatura a la gubernatura y le ofrece mantener La Laguna, a cambio de aceptar su triunfo.

Sifuentes Guerrero pacta con Alejandro Gutiérrez y ahí viene su debacle político, que lo manda al ostracismo y la pérdida de poder en Torreón, su bastión político. Miguel, inteligentemente no lo siguió en su fallida odisea, se mantuvo atento a los vaivenes políticos, se adueñó del poder en La Laguna y lo demás es historia.

Hoy, Raúl Sifuentes y José Luis Dovalina tienden puentes en nombre de la antigua amistad, y sus personeros le recuerdan anécdotas de trabajo común al gobernador electo, en busca del perdón político para ambos paisanos. En el rancho hay la conseja de que el que no llora, no mama. Y Javier y Raúl lo hacen muy bien.

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