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6 de junio de 2025
Opinión

Duermevela

Duermevela
  • junio 2, 2025

“Otro modo de ser”

Por Cyntia Moncada

Cuando llegué a Saltillo, hace más de veinte años, encontré en la biblioteca de la Alameda el refugio ideal para calmar mis ansias de conocimiento. Hacía tiempo que la pequeña biblioteca de mi padre era insuficiente para mí, y esos anaqueles llenos de libros —de títulos que jamás había escuchado nombrar— fueron el territorio fértil donde empezaron a brotar las preguntas que le dieron un nuevo sentido a mi vida. 

Me obsesioné con la Revista de la Universidad de México, fotocopiaba artículos y luego los pegaba en mi cuaderno de apuntes como quien guarda pistas de un mapa del tesoro. En esa re- vista encontré alguna vez una referencia a Rosa- rio Castellanos y corrí a la biblioteca para leer sus poemas. Me recuerdo maravillada y adolorida por sus versos que me martillaban el corazón. 

Era, si no me equivoco, la primera vez que leía a una escritora. Y me vi encontrando, en sus dolores, una forma de diálogo íntimo, una complicidad que me ha acompañado toda la vida. Cuando pude, compré por primera vez su Poesía no eres tú, y luego fui leyendo sus cuentos y noveLas con sorpresa y estrujamiento. Una noche inesperada, cuando mis amigas y yo nos quedamos varadas en el desierto, leía sus poemas en voz alta para distraernos del miedo y del frío. 

He dialogado con sus letras en los momentos en que no encontraba palabras para ponerme a mis propios sentimientos y dolores. En su libro de ensayos Mujer que sabe latín, encontré las primeras semillas de mi feminismo. Sus Cartas a Ricardo me acompañaron en tiempos tumultuosos de inseguridades, y en los artículos periodísticos de Mujer de palabras reconocí la curiosidad de algún día convertirme en periodista. 

Me aprendí de memoria sus poemas, y los portaba como armas de batalla, aunque en esos tiempos sus letras aún eran tratadas con desdén en los círculos literarios locales. 

Para reencontrarme con mi propia escritura, hace algunos años inicié con unas amigas el Cír- culo de Lectura Rosario Castellanos, en el que leíamos solo mujeres y donde sus letras siempre estaban presentes. Se convirtió en la Santa Patrona de mis letras. 

A cien años de su nacimiento, apenas comienza a hacerse justicia a su genialidad y su contribución. Apenas empieza a dársele el lugar que merece en las letras: ese que en su tiempo tuvo que arrebatar con coraje, con su palabra y con su inteligencia. 

Este fin de semana, en el Centro Cultural La Besana, se presentó el recital Otro modo de ser, con la música de Patricio Garza, el canto de Bárbara Gutiérrez y la maravillosa interpretación y dirección de Ana Laura Santamaría. 

Después de más de veinte años de leer a Rosario Castellanos, no pensé que fuera posible sentir sus versos como si los conociera por primera vez. Fue una combinación brutal: de quien siente y hace suyas cada palabra, cada imagen, y las regresa convertidas en azote de un mar vio- lento que no cesa, que solo pausa para prepararse para un golpe mayor. Sin gritos, sin estruendo, solo con la palabra precisa que te deja inmóvil, maravillada por la tormenta que te ha despoja- do de las ropas, pero cuya lluvia ha dado nueva vida a los campos. 

Y luego volver a casa, todavía con los versos retumbando en el pecho, y sentarme en la ventana, frente a la acequia rodeada por sauces solitarios, y pensar en todo lo que sus palabras han sembrado en mí. Entonces releer —como un mantra— estos versos que nunca me dejan de sostener: 

“Me quedo en las palabras / igual que en un remanso, contemplando / cielos altos, profundos y tranquilos. // Por nada cambiaría / mi destino de sauce solitario / extasiado en la orilla”.