No mencionemos a los Cárdenas cuya heredad política los tiene en el poder hace 80 años. Pensemos, de entrada, en los Moreira que, hermanos y todo, finalizaron odiándose aunque tapando los 36 mil millones de pesos extraviados entre versiones bancarias y cochupos gubernamentales.
En Oaxaca tenemos un ausente –mentalmente– gobernador cuyo papi lo colocó donde está; en Campeche, en Yucatán y por todos lados saltan los hijos de su padrecito que sin vocación son colocados en cargos de elección pero sin arriesgarlos al voto ciudadano.
Política por vía intrapiernosa, sería la expresión.
Empiezan a gobernar niños que creen que la política no es ciencia social sino empleo administrativo con muchos ayudantes. Nos anuncian, como si tuviera importancia o interés, que el hijo de Emilio Gamboa estará entre los futuros legisladores sin campaña.
Por ahí anda la hija de Manlio Fabio; si hurgamos un poco, encontraremos que la que sigue será la legislatura menos ortodoxa de la historia: entre yuniorazgos y prófugos de la ley.
Viene el recuerdo: Emilio M. González Parra era líder del Senado. A la sede en Xicohténcatl acudían todos los nayaritas posibles repartidos entre necesitados que buscaban ayuda de don Emilio y politicastros en busca de contagio: tocarlo del brazo y sentir que estaban a las puertas de la gloria.
Se realizó la asamblea regional del PRI en Tepic.
Acudieron los tricolores, en esa época mayoría, sin duda. Los oradores, una tercia de exgobernadores y la estrella, el presidente de la Gran Comisión de la Cámara alta.
Hubo discursos a pasto, pero el que provocó que el auditorio se cayera a aplausos fue el que improvisó don Emilio. La masa y los dirigentes no podían creer. El líder habló de los que le buscaban en el DF para a su regreso a Nayarit hablar “de que Emilio está de acuerdo con mi posible candidatura…”
No señores, explicó. En política Emilio no tiene familia, no tiene amigos, quien quiera alcanzar un cargo de elección, que lo haga con méritos, no con amigos ni recomendaciones… y por allí siguió.
El principal aspirante a cargo de elección era su hijo Ney que tuvo que esperar hasta que murió su padre y entonces lograr una gubernatura en la que pasó sin gloria aunque con muchas penas.
Don Emilio no creía en dinastías democráticas ni en política intrapiernosa. El político, decía, se hace en la lucha, la experiencia y el contacto con la gente.