Si la aprobación del marco macroeconómico 2018-2024 y el presupuesto de egresos de la Federación constituyen la verdadera sucesión presidencial, entonces al país le esperan siete años más de mala suerte.
El reporte del Fondo Monetario Internacional sobre la economía mexicana, liberado el lunes por la Secretaría de Hacienda, completa el círculo de la dependencia. La aprobación de la política económica que interesa al gabinete económico no es la del Congreso que simplemente le da curso y vista al dictamen elaborado en Hacienda, sino la del FMI.
Y no se trata de ahora: el FMI apareció en los pasillos del poder económico mexicano en 1973 por el repunte inflacionario y logró en 1976 que el presidente Echeverría firmara una Carta de Intención con el Fondo que ha sido, anualmente desde entonces, una carta de rendición de la soberanía económica. Sin el aval anual del FMI, México carecería de credibilidad en el sistema financiero internacional.
La tecnocratización de la política económica comenzó con el FMI, siguió con la imposición de reformas estructurales del Banco Mundial, se profundizó con el Consenso de Washington para la apertura comercial que llevó al TCLAN, cristalizó en el Plan Global de Desarrollo 1980-1982 y los Planes Nacionales de Desarrollo 1982-1988 y 1988-1994.
El personaje clave en este itinerario de la subordinación –sumisión, en realidad– de la política económica al sistema capitalista mundial como poder supranacional fue Carlos Salinas de Gortari, quien dictaminó en 1980 el fin histórico del proyecto de desarrollo de la Revolución Mexicana y diseñó el modelo neoliberal de mercado en el tiempo histórico 1979-1994 y en el tiempo político 1994-2024 en que las sucesiones presidenciales fueron dictaminadas por la continuidad del modelo neoliberal de mercado. El presidente Vicente Fox puso en Hacienda a Francisco Gil Díaz, el jefe de los Chicago boys del neoliberalismo de Milton Friedman, y Felipe Calderón trajo a Hacienda al entonces subgerente general del FMI, el poder absoluto supranacional.
Los dos continuaron el modelo salinista.
Los economistas progresistas fueron derrotados por Salinas de Gortari en luchas burocráticas dentro del sistema: en 1981 aplastó al Colegio Nacional de Economistas, en 1985 le puso un cuatro a Jesús Silva Herzog para obligarlo a renunciar a Hacienda, en 1987 echó del PRI a Cuauhtémoc Cárdenas y sus cardenistas, y en 1988 desplazó a los políticos burócratas tradicionalistas comandados por Manuel Bartlett Díaz. En 1994 aprovechó la muerte de Luis Donaldo Colosio que ya había pactado con los políticos camachistas y puso al tecnócrata Ernesto Zedillo.
El modelo ideológico de Salinas fue la disolución del Estado, la separación Estado-sociedad progresista, la globalización comercial, la vigilancia del FMI y la subordinación/dependencia de la economía estadounidense. Los progresistas del viejo PRI se diluyeron en su disciplina partidista o se fueron con Cárdenas al PRD sin capacidad para darle un proyecto popular al nuevo partido.
La clave del modelo neoliberal salinista radica en las prioridades: el viejo régimen populista ponía a la sociedad mayoritaria en el centro de las decisiones y el neoliberalismo privilegia al mercado y la estabilidad inflacionaria desde el lado de la demanda: bajar salarios, disminuir el PIB y recortar gasto social para disminuir circulante inflacionario.
Esta estrategia ha definido la política económica cada año y por eso el PIB promedio anual en el ciclo salinista neoliberal 1983-2024 será de 2.2 por ciento: estabilizar la economía sacrificando bienestar social.
Política para dummies: La política es el territorio de los recuerdos y de las amnesias, de acuerdo como se vaya ofreciendo.