Banner

El medio que cubre todo Coahuila

22 de agosto de 2025
Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • agosto 22, 2025

El síndrome del CEO: rodeado de todos, acompañado de nadie

Emiliano Calvert

Promocionarse a líder puede sentirse como ganar la lotería… hasta que te das cuenta de que ganaste solo. Recientemente, me topé con estudios serios sí, Harvard Business Review que confirman lo que ya sospechamos: ser líder es estar solo, y no porque te falten seguidores, sino porque te faltan iguales.

  1. ¿Es real la soledad del liderazgo, o solo metáforas poéticas de HR?

No, no eres tú ni un invento de los consultores que cobran por inventar términos cool. Es real. Según Harvard Business Review, un porcentaje muy alto de líderes, incluyendo a CEOs con oficinas de cristal y chofer reportan sentirse aislados emocionalmente, y no hablo de que no los invitan al after, sino de un desgaste profundo que termina afectando su desempeño, su capacidad de tomar decisiones y hasta su salud mental.

Y ojo: no es “drama millennial” ni moda de coaching barato; es un riesgo organizacional que puede costar millones. Un estudio de HBR titulado “We’re Still Lonely at Work” señala que 1 de cada 5 empleados (sí, incluso los que trabajan rodeados de gente o en oficinas abiertas) se sienten solos en su día a día laboral. La soledad, al parecer, no discrimina: le da igual si tu escritorio es un cubículo gris o la esquina panorámica del piso 25.

Lo interesante es que esta soledad no siempre es falta de compañía física, sino de compañía emocional y profesional auténtica. Es esa sensación de que, aunque tengas un equipo de 50 personas reportando contigo, no hay nadie con quien hablar de lo que realmente te preocupa: las dudas, los errores, las inseguridades. En pocas palabras: puedes estar rodeado de aplausos y/o abucheos, pero sentir que nadie te escucha.

Y no lo digo yo: Howard Schultz, expresidente de Starbucks, confesó que ser CEO fue “la experiencia más solitaria de su vida”, porque todos querían agradarlo, pero muy pocos se atrevían a darle feedback real. Algo parecido le pasó a Hubert Joly, exCEO de Best Buy, quien escribió que, tras anunciar la reestructuración de la empresa, sintió que “toda la sala se quedó callada” y que, a partir de ese momento, las conversaciones honestas se volvieron escasas. Incluso Elon Musk, en uno de sus arranques de sinceridad, admitió en una entrevista que dirigir Tesla y SpaceX lo dejó “al borde del colapso emocional”, rodeado de miles de empleados, pero sin nadie con quien compartir la vulnerabilidad del fracaso.

En resumen: la soledad del liderazgo no es un mito, es la factura silenciosa que viene con la descripción de puesto.

  1. ¿Por qué se sienten solos quienes más hablan?

La paradoja del liderazgo es curiosa: entre más hablas en juntas, menos tienes con quién hablar fuera de ellas. El aislamiento no viene porque falte gente alrededor, sino porque la dinámica de poder rompe la confianza natural. Cuando eres jefe, tus decisiones nunca le caen bien a todos. Un recorte, un cambio de estrategia, un “esto sí y esto no” … siempre hay alguien que lo toma personal. Y aunque la decisión sea correcta para el negocio, poco a poco vas dejando de ser “parte del grupo” y te conviertes en “el que decide”. Eso, inevitablemente, aísla.

A eso súmale que la responsabilidad pesa más que el silencio. Cuando el resultado sale mal, aunque la culpa sea compartida, la mirada va directo al líder. Y claro, la gente opina, critica y hasta se desahoga… pero al final, el que paga el pato es el de arriba. Como dicen, la cima de la montaña tiene las mejores vistas, pero también más frío.

El tercer golpe es la falta de pares. Cuando estás en medio de la pirámide, siempre tienes con quién quejarte de tu jefe. Pero cuando llegas arriba, ¿de quién te quejas? Pocos líderes tienen colegas de “igual cancha” con quienes hablar sin filtros. Como señala Lakeside HR Group, ese vacío no solo es emocional: se convierte en un riesgo operativo, porque si no tienes un lugar para cuestionar, contrastar o admitir dudas, terminas encerrado en tu propia voz… y eso sí que es peligroso.

  1. ¿Y si el poder alivia la soledad? No siempre

Algunos podrían pensar: “Bueno, pero tener poder debe ser la cura perfecta contra la soledad, ¿no? Después de todo, todos te buscan, todos te escuchan, todos quieren tu atención”. Y sí, tener autoridad te da visibilidad y cierto alivio: nunca falta el que te ríe los chistes, aunque no tengan gracia, o el que te invita al café solo porque tu firma aprueba presupuestos.

Pero aquí está el giro incómodo: ese tipo de compañía no es compañía real. Según un estudio de Harvard Business Review, el poder puede disminuir la sensación de aislamiento en lo práctico (siempre hay alguien orbitando alrededor del jefe), pero no resuelve la soledad emocional. Porque rodearte de gente que te necesita no es lo mismo que rodearte de gente que te entiende o disfruta tu compañía.

El problema es que la autoridad trae consigo máscaras: las tuyas y las de los demás. Tú evitas mostrar vulnerabilidad para no perder respeto, y ellos evitan mostrarse auténticos por miedo a que afecte su relación contigo. Resultado: un club social muy concurrido, pero sin nadie con quien hablar de lo que de verdad importa.

Ejemplo rápido: Arianna Huffington, fundadora de HuffPost y de Thrive Global, dijo en una entrevista que “el poder te hace visible, pero no necesariamente te hace visto”. Una frase brutal que resume la paradoja: puedes estar en todos los reflectores, pero sentirte invisible en lo esencial.

  1. Cómo algunos enfrentan la soledad… y no, no es con redes sociales

No, abrir LinkedIn cada 10 minutos para ver si alguien te dio like a tu post motivacional no cuenta cómo combatir la soledad. Los líderes que entienden el costo de este aislamiento han buscado soluciones más reales (y menos superficiales).

Por ejemplo, cada vez más ejecutivos se suman a grupos de pares confidenciales los famosos masterminds donde se habla de lo que no se dice en la oficina: miedos, dudas y hasta los fracasos que en el PowerPoint de resultados nunca aparecen. Según The Australian, este tipo de espacios generan una red de confianza que el organigrama corporativo jamás dará.

Otros optan por coaches ejecutivos que funcionan como un espejo emocional. Y ojo: no esos que todo te justifican con frases bonitas de “liderazgo inspirador”, sino entrenadores que incomodan con preguntas difíciles. Vistage ha demostrado que este acompañamiento es un salvavidas para quienes necesitan feedback sin política interna de por medio.

También están los que encuentran en lo casual su antídoto: estudios de Harvard Business Impact revelan que un simple “hola” en el pasillo o un café sin agenda aumenta hasta en un 17 % la sensación de conexión. Parece absurdo, pero a veces la diferencia entre aislamiento y compañía es tan sencilla como dejar de hablar solo con Excel.

Y claro, está la vida fuera del traje y la corbata. El CEO de Goldman Sachs, David Solomon, se sube a las tornamesas como DJ en sus ratos libres, mientras otros se meten a clases de arte o deportes. Más que distracciones, los hobbies cumplen algo vital: te recuerdan que eres humano antes que cargo. 

  1. ¿Y si lo ignoras? La soledad mata… y sigue matando

Aquí no hay metáfora: la soledad prolongada es tan peligrosa como fumar. Sí, literal. Investigaciones publicadas en ScienceDirect la comparan con el tabaco porque su impacto en la salud física y mental es devastador: incrementa el riesgo de depresión, reduce la creatividad, merma la toma de decisiones y, si lo ignoras, te empuja directo al burnout o al famoso “retiro silencioso” donde sigues trabajando… pero tu alma ya renunció hace meses.

La cosa es seria: el aislamiento crónico mata más ideas que la falta de presupuesto y desgasta más rápido que un mal jefe. El problema es que como no deja manchas de nicotina y a veces tampoco de sangre, pocos lo toman en serio.

Cierre con picardía (pero sin filtros)

Si hoy estás liderando y te sientes más solo que el que organiza la posada de la oficina en domingo… tranquilo, no eres tú, es el rol. La cima se ve bonita en Instagram, pero en la práctica sopla viento helado. La clave está en no comprarte la idea de que “así es el paquete”. Baja de la nube corporativa, arma tu grupo de confianza ese donde no seas “licenciado”, ni “jefe”, ni “CEO”, sino simplemente un humano que también se equivoca, cultiva conversaciones reales, es apasionado por el cruz azul, disfruta videos y conversaciones absurdas de vez en cuando, ríe y disfruta como niño.

Porque liderar no debería significar quedarse solo frente al espejo, practicando discursos que nadie escucha. Liderar, en serio, es tener con quién reírte de tus propias tonterías, con quién quejarte del Excel que no abre… y con quién recordar que al final del día, tu puesto será temporal, pero tu humanidad no.