Con-ciencia y sin corbata

El salario emocional no llena el tanque
Emiliano Calvert
Últimamente escucho por todos lados la frase “salario emocional”. En juntas, podcasts, LinkedIn, incluso en la fila del Oxxo. Gente diciendo cosas como:
“No me pagan mucho, pero hay frutita, café con leche y el jefe me sonríe”.
Y pues bueno… como no soy ni yogui ni tacaño emocional, me di a la tarea de investigar qué es esto del salario emocional y si realmente sirve o solo es otro invento millennial para endulzar sueldos que no alcanzan ni para la suscripción del gym.
Entremos directo: el salario emocional no es otra cosa que todos aquellos beneficios no monetarios que una empresa da para que sus empleados estén más contentos. Léase: flexibilidad de horario, home office, clima laboral sano, liderazgo humano, reconocimiento, formación constante, días de cumpleaños libres, y sí… a veces también frutita picada.
Y no, no está mal. De hecho, bien aplicado puede ser una joya. El problema no es el concepto, sino cómo algunas empresas lo convierten en un disfraz bonito para esconder lo obvio: no quieren o no pueden pagar más. O peor, creen que con poner una mesa de ping pong en la oficina ya solucionaron la rotación laboral.
Y no es tan lineal el resultado…
Según una entrevista que leí en Factor Humano al equipo de Atisa, el error está en usar el salario emocional como algo ornamental, en lugar de integrarlo al sistema operativo de la organización. Es decir, si no está arraigado a la cultura, se nota. Y se siente. Como ese pastel sin azúcar que intenta disfrazarse de postre: bonito por fuera, vacío por dentro.
Y es que el salario emocional, cuando es genuino, puede ser la diferencia entre una empresa con alma y un Excel con Wi-Fi. Pero para lograr eso se necesita coherencia. No puedes decir que promueves el bienestar mientras tu equipo sale a las 10:30 p.m. con ojeras, migraña y una cena de máquina expendedora.
También aprendí algo clave: el salario emocional no es igual para todos. A un recién egresado le puede emocionar el “viernes de shorts”, pero a alguien con hijos probablemente le cambies la vida si le das dos días de home office. O a alguien que vive lejos, la simple cortesía de empezar su jornada a las 10 a.m. puede ser la diferencia entre llegar tranquilo o sentirse como el meme del perro incendiado.
Opino que: si vas a ofrecer beneficios emocionales, pregunta primero. ¿Qué los motiva? ¿Qué les pesa? ¿Qué los haría sentir que esta empresa vale más que solo el depósito quincenal o catorcenal?
Aquí va una anécdota personal: hace un par de años, trabajé en una empresa donde no había aumentos espectaculares ni bonos anuales, pero había algo que aún valoro más: me dejaban ser. Podía proponer cosas, mover proyectos, equivocarme sin ser crucificado públicamente. Sentía que confiaban en mí. Y eso, en un mundo laboral que muchas veces se parece más a “El Juego del Calamar” que a “The Office”, vale oro.
Y ojo: muchas personas hoy especialmente los que estamos entre los 25 y 30 estamos dispuestos a ganar un poco menos si eso significa vivir un poco más. Tener tiempo para ir a terapia, correr, ver a los amigos, hacer pilates o simplemente no odiar los lunes. En resumen, queremos que nos paguen con dinero, sí, pero también con vida.
Eso sí, importantísimo aclarar: el salario emocional no sustituye al económico. Los beneficios no monetarios están padrísimos y a veces salvan la cultura de una empresa… pero la renta no se paga con “aprendizaje” o palmadas en la espalda, ni el súper acepta “excelente ambiente laboral” como método de pago. El salario emocional complementa, no reemplaza.
Y como cereza del pastel: si tú trabajas en una empresa que te respeta, te escucha, te permite crecer, y te paga bien… no renuncies. No apliques al MBA. No pongas “Open to work”. Quédate. Porque encontrar eso hoy es como encontrar estacionamiento techado en el centro: raro, valioso y digno de presumirse.
En resumen:
- El salario emocional es real, útil y poderoso… si se hace bien.
- No es una excusa para no pagar lo justo.
- No aplica igual para todos.
- Y no es magia: es cultura, coherencia y contexto.
¿Tú qué opinas? ¿Has tenido alguna vez un salario emocional de esos que te salvan la semana?
Los leo, los escucho… y si quieren platicarlo, les invito un café. Pero sin yoga, sin fruta… y con sueldo.