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15 de diciembre de 2025
Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • diciembre 15, 2025

¿Nos están escuchando los rehenes?

Emiliano Calvert

“September 5” no es una película histórica.

Es una junta de crisis sin café, sin agenda y sin margen de error.

No hay discursos  ni líderes de película . Hay gente tomando decisiones con información incompleta, presión brutal y una pregunta que atraviesa toda la película como cuchillo:

¿Nos están escuchando los rehenes?

Esa frase debería estar colgada en todas las salas de juntas del mundo.

Porque no es una pregunta técnica.

Es una pregunta ética.

En condiciones normales, comunicar es sencillo: informas, alineas, motivas, vendes la narrativa. En crisis, la comunicación deja de ser un acto de orden… y se vuelve un acto de impacto. Cada palabra pesa. Cada silencio también.

La película muestra algo que muchos líderes modernos prefieren ignorar: hablar no siempre ayuda. A veces empeora las cosas.

Vivimos en la era donde callar parece incompetencia y opinar rápido se confunde con liderazgo. “Di algo”, “no dejes el vacío”, “controla la narrativa”. Frases comunes que en una crisis real pueden convertirse en gasolina.

El remindatorio brutal de “September 5” es este:

No toda información debe salir. No todo silencio es cobardía.

El liderazgo verdadero no es llenar espacios con ruido. Es decidir qué decir, cuándo decirlo y (sobre todo) cuándo no decir nada.

Otro golpe incómodo de la película es cómo trata la incertidumbre. Nadie sabe exactamente qué está pasando. Los datos llegan tarde, incompletos, contradictorios. Y ahí aparece el verdadero enemigo: la ansiedad.

Porque cuando un líder no tolera la incertidumbre, empieza a improvisar. Y cuando improvisa, empieza a comunicar por reflejo, no por criterio. Eso no es liderazgo; es pánico disfrazado de acción.

Los líderes sólidos hacen algo muy poco glamuroso: reducen el ruido. Definen una fuente clara de información, fijan un ritmo de actualización y establecen reglas de comunicación. No buscan verse activos; buscan no descomponer el sistema.

La película también deja claro algo políticamente incorrecto: en crisis, la democracia estorba. No porque las opiniones no importen, sino porque el tiempo no perdona. Si no está claro quién decide, decide el más nervioso. Si no está claro el criterio, manda el ego.

Y luego está el dilema sucio que nadie quiere aceptar: informar también es intervenir. Cada dato que se hace público puede afectar decisiones tácticas, emociones de las víctimas y el curso del conflicto. Por eso la pregunta clave no es “¿tenemos la información?”, sino “¿a quién afecta que la digamos?”.

Ese punto conecta directamente con la vida diaria laboral. Porque aunque no haya armas, hay rehenes simbólicos todo el tiempo: equipos esperando noticias, gerentes colgados de un hilo, clientes en suspenso, organizaciones enteras viviendo en rumores.

Y muchas veces el líder habla como si nadie estuviera escuchando… cuando todos están escuchando.

El Slack. El pasillo. El “me dijeron que”.

Tus palabras rebotan más de lo que crees.

“September 5” deja una lección incómoda pero necesaria: comunicar en crisis no es informar; es asumir responsabilidad.

Así que la próxima vez que tengas que “mandar un mensaje importante”, hazte la pregunta correcta:

¿Quién está del otro lado escuchando esto… y qué carga emocional le estoy aventando encima?

Porque sí, te están escuchando.

Y el verdadero liderazgo no se mide por cuántas veces hablas, sino por cuántas veces evitas empeorar la situación.

En un mundo obsesionado con opinar rápido, el líder serio es el que entiende que el silencio bien usado también comunica.