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12 de diciembre de 2025
Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • diciembre 12, 2025

La libertad no se hereda: se aprende a pulso

Emiliano Calvert

Hay días en los que el mundo parece un mal capítulo de una serie que ya querías dejar de ver … y de pronto aparece una escena que te recuerda por qué vale la pena seguir viendo. Ayer pasó eso en Venezuela: el discurso de la hija de María Corina Machado breve, firme, sin dramatismos extras fue una lección para todos los que vivimos creyendo que la libertad es un beneficio automático, como el WiFi del Starbucks.

No, la libertad no se hereda.

La libertad se defiende.

Y, sobre todo, se dice en voz alta, incluso cuando tiembla la mano.

Lo impresionante no es que María Corina sea valiente (eso ya es marca registrada) sino que esa valentía se volvió contagiosa. Su hija habló como hablan las personas que crecieron viendo a su madre pagar el precio real de sostener una convicción: sin gritos, sin sangre, sin telenovela… pero con una claridad que te atraviesa. Uno no necesita ser venezolano para sentirlo. Uno solo necesita ser humano.

Y ahí es donde México entra, pero sin meternos en política mexicana, porque no se trata de colores ni campañas:

se trata de un músculo que todos tenemos pero rara vez entrenamos: la convicción personal.

Porque, si somos honestos, muchos de nosotros confundimos “libertad” con “comodidad”.

— “Soy libre porque hago home office dos veces por semana.”

— “Soy libre porque puedo pedir el súper a domicilio.”

— “Soy libre porque nadie me dice qué pensar.”

¿Seguro?

A veces no necesitas un régimen para vivir amarrado. Basta un jefe mediocre, un miedo que nunca cuestionas, un “mejor no digo nada”, o esa tendencia tan mexicana a dejar los sueños en pausa por no incomodar a nadie.

Mientras algunos en el mundo hablan de libertad jugándose el pellejo, nosotros nos autocensuramos para no vernos “intensos”.

Ellas hablan para sobrevivir; nosotros callamos para no quedar mal.

La hija de María Corina no dio un discurso político: dio una cachetada con guante blanco a todos los que creemos que “hablar claro” es un riesgo mayor que no hacerlo nunca.

Su mensaje, leído desde la distancia, es simple:

La valentía no se improvisa. Se entrena.

Y se entrena cada que dices la verdad aunque te tiemble la voz, cada que pones un límite que antes no te habías atrevido a poner, cada que tomas una decisión incómoda porque es la correcta y no la conveniente.

Por eso este artículo no se trata de Venezuela. Se trata  de ti.

De esa versión tuya que vive queriendo algo más, pero que de pronto se asusta de su propio tamaño.

De esa libertad que no has ejercido porque estás esperando “el momento perfecto”,

como si la vida mandara invitación formal para ser valiente.

La verdad ,es que la libertad es como el gimnasio:

si no la usas, la pierdes.

Y si la usas, duele… pero te reconstruye.

Ayer Venezuela nos regaló una escena que todos deberíamos copiar y pegar en nuestras vidas: alguien joven hablando con dignidad, mirando al frente, recordándole al mundo que incluso en los peores contextos existe la posibilidad de elegir quién eres.

Ese es el mensaje.

La valentía no está reservada para héroes.

La libertad no es un espectáculo ajeno.

El coraje personal no pide permiso… solo coherencia.

Así que mañana, cuando tengas una decisión incómoda, un límite que te toca poner, una verdad que te da miedo decir, pregúntate :

Si ella pudo decirlo ahí…

¿por qué tú no aquí?