Banner

El medio que cubre todo Coahuila

3 de diciembre de 2025
Opinión

Con-ciencia y sin corbata

Con-ciencia y sin corbata
  • diciembre 3, 2025

La prisa
Por: Emiliano Calvert

Hay días que empiezan con el pie izquierdo… y luego el pie izquierdo decide torcerse también. Te levantas tarde, el café sabe tibio, tu pareja te recuerda que “nunca ayudas”, y tú apenas estás procesando que ni siquiera te dio tiempo de enojarte contigo mismo. Y ahí vas, manejando, contestando mensajes, comiendo lo que sea que encuentres, intentando convencerte que “hoy sí” vas a recuperar el control. Spoiler: no. La vida de Godínez tiene esta mala costumbre de exigirnos rendimiento olímpico cuando a duras penas emocionalmente andamos en la banca. Y lo peor es que todos pretendemos que estamos bien. “Productivos”. “Enfocados”. “Motivados”. Pura mentira con corbata. Nadie dice la verdad: Estamos agotados. No cansados: agotados. El tipo de agotamiento que te hace olvidar que ya no eres tan joven, que ya no tienes el mismo margen de error, y que el cuerpo te está cobrando facturas que no recuerdas haber firmado. Y aun así suena el teléfono. Y llega el correo del jefe. Y aparece ese vendedor estrella que gana más que tú, pidiéndote “un favorcito”. Y tú… tragas aire como si fuera café. Luego vienen las reuniones. Las prisas. Los pendientes que se multiplican. Y claro, en tu cabeza traes otro partido: El que juegas contigo mismo. El de “puedo con todo” vs. “ya no puedo con nada”. Porque lo que jode no es el trabajo. Lo que jode es la expectativa que siempre estés bien. Que seas el adulto responsable, el líder sensato, el papá presente, el compañero funcional, el profesional impecable y el ciudadano ejemplar… mientras por dentro estás sobreviviéndote. Hay un punto donde te das cuenta que no vives: operas. Operas como si fueras una sucursal de ti mismo. Respondes mensajes, apagas fuegos, revisas números… pero la vida real la que te gustaría, la que te haría sentido se te va pasando como carros en carretera mientras tú estás atorado dando vueltas porque el camino no te cuadra. La gran ironía es que muchos líderes que creen tener control… no controlan ni su mañana. Se les descompone el día por un detalle mínimo y de ahí todo se cae en dominó: la familia, la paciencia, la comida, la agenda, el humor. Y aun así esperan que tomen decisiones perfectas. Que “deleguen bien”. Que “mantengan la calma”. Que “den el ejemplo”. La pregunta es: ¿Ejemplo de qué? ¿De aguantar? ¿De ignorarte? ¿De fingir que estás bien mientras te estás drenando? Hay un momento (pocas veces lo admitimos) donde la vida te dice “ya basta” sin palabras. En un tráfico de locos, con un chofer perdido, con el estómago hecho nudo y la sensación de estar llegando tarde a todo… incluso a tu propia vida. Ese es el verdadero espejo. No el KPI, no la junta, no el jefe: Esa sensación de ir en automático sin saber si vas en la dirección correcta. Y ahí entiendes algo que no necesitas que te diga ningún experto: No eres lo que dices que eres. Eres lo que haces cuando el día te explota en la cara. Así que si hoy te sientes arrastrado, no te asustes. No eres fracaso, ni “débil”, ni “poco profesional”. Eres humano. Y ser humano implica días torpes, decisiones cansadas y momentos donde solo quieres un descanso sin tener que explicarlo. A veces el liderazgo no es inspirar a otros. A veces es algo más simple y más decente: no perderte a ti mismo entre tanta prisa. Si puedes, aunque sea hoy, bájale tantito. Respira. Reacomódate. Haz algo por ti, aunque sea mínimo. Porque sí: el mundo exige. Pero tu vida también.