Camino a Valinor

Nepal en llamas: historia, represión y la voz de la Generación Z
José Inocencio Aguirre Willars
¡Hola! Muy buenos días, tardes o noches, dependiendo la hora en que me lean.
Nepal, un país que suele aparecer en las noticias internacionales por su belleza natural o su cercanía al Himalaya, se encuentra hoy en medio de una tormenta política y social que ha sacudido los cimientos de su joven república. En cuestión de días, una generación harta de corrupción, desigualdad y censura digital tomó las calles y forzó la renuncia del primer ministro.
El contexto histórico ayuda a entender la magnitud del presente. Desde la década de 1950, los movimientos sociales han sido motor de cambio en Nepal: la revolución contra el régimen Rana, las protestas contra la monarquía absoluta y, finalmente, la abolición de la corona en 2008 que dio paso a la república. Sin embargo, la democracia nunca terminó de consolidarse. En apenas 17 años, el país ha tenido trece gobiernos, marcados por inestabilidad y corrupción. Esa fragilidad abonó el terreno para un estallido.
El detonante inmediato fue la prohibición de 26 redes sociales, entre ellas Facebook, X, YouTube y LinkedIn. Para la Generación Z, que encontró en estas plataformas su espacio de organización y denuncia, la medida fue vista como un intento de silenciar la protesta. Pero detrás del bloqueo digital había problemas más profundos: un desempleo juvenil que supera el 22%, pobreza que afecta a una quinta parte de la población y un sistema político percibido como rehén de élites privilegiadas.
Las protestas, iniciadas el 8 de septiembre, crecieron de forma espontánea y sin liderazgos visibles. Jóvenes marcharon en Katmandú al grito de “¡Basta de corrupción!” y “¡Queremos futuro!”. El gobierno respondió con balas y gases. El saldo fue trágico: más de 20 muertos y decenas de edificios en llamas, entre ellos parte del Parlamento, la Corte Suprema y la residencia presidencial. La presión social fue tan grande que el primer ministro KP Sharma Oli presentó su renuncia, refugiándose en un cuartel militar.
Lo que distingue a este movimiento es su naturaleza generacional. No se trata de una lucha encabezada por viejos partidos ni por caudillos históricos, sino de una juventud cansada de ver cómo la política se repite en un círculo vicioso. Su fuerza fue suficiente para derribar a un gobierno y, más allá de los excesos de violencia, deja claro que el cambio político en Nepal será inevitable.
La historia reciente del sur de Asia muestra que Nepal no está solo: Sri Lanka y Bangladesh también vivieron explosiones sociales que tumbaron gobiernos. Pero en Nepal hay un matiz: la sombra de la monarquía. Aunque algunos sectores han pedido el regreso del rey Gyanendra, lo cierto es que la mayoría de los jóvenes no añoran el pasado, sino que exigen un futuro distinto.
Hoy Nepal está en una encrucijada. Puede escuchar el grito de su juventud y construir un nuevo pacto social, o puede seguir atrapado en su inercia de inestabilidad. Lo cierto es que, en apenas unos días, una generación que muchos consideraban apática demostró que tiene la fuerza para encender la mecha del cambio.
El mundo debería tomar nota: la democracia no se debilita de golpe, se erosiona en silencio hasta que alguien se atreve a gritar. En Nepal, ese grito vino de los más jóvenes.
Saludos a todas y a todos y por aquí nos vemos la próxima semana.