¡Hasta siempre Fernando!
Por: José Inocencio Aguirre Willars
¡Hola! Muy buenos días, tardes o noches, dependiendo la hora en que me lean.
Tuve una gran infancia por allá en la década de los 80´s, los domingos en familia, la buena música y la vida sencilla sin celulares ni internet, fueron elementos que nos formaron y nos forjaron de manera distinta. Éramos felices con cosas sencillas. Pero indudablemente, uno de los temas que abonó de manera importante en esa década de buenos momentos, fueron aquellos días en particular, en que todo el país se paralizaba y se pegaba al televisor porque en el periódico se anunciaba que ese día jugaban Los Ángeles Dodgers, pero más allá de eso, ese día le tocaba estar en la loma al gran Fernando Valenzuela.
Fernando Valenzuela, conocido cariñosamente como “El Toro”, no solo dejó una marca imborrable en el mundo del béisbol, sino que también se erigió como un puente cultural entre México y Estados Unidos, inspirando a generaciones y trascendiendo los límites del deporte.
El menor de 12 hermanos, hijo de campesinos, Fernando nació en un entrono humilde el 1 de noviembre de 1960 en Etchohuaquila, Navojoa, Sonora. Su talento innato para el béisbol lo llevó a debutar a los 17 años en la Liga Mexicana en donde con los Leones de Yucatán ganó el título de novato del año. En 1979, con tan solo 18 años, firmó con los Dodgers de Los Ángeles, una decisión que cambiaría su vida y la de sus seguidores para siempre.
El mundo conoció a Fernando Valenzuela en 1981 cuando, a los 20 años, se convirtió en la sensación indiscutible de la Major League Baseball. La “Fernandomanía” capturó los corazones de fanáticos en todo el mundo. El joven zurdo lideró a los Dodgers a una victoria en la Serie Mundial, ganando tanto el premio al Novato del Año como el Cy Young, un logro sin precedentes que aún resuena en los anales del béisbol.
El legado de Valenzuela está lleno de logros impresionantes. Durante su carrera en la MLB, acumuló seis selecciones al Juego de Estrellas y dos Bates de Plata como mejor bateador, demostrando su destreza tanto con el brazo como con el bate. Su característico lanzamiento de screwball dejaba a los mejores bateadores de la liga atónitos, mientras que su serenidad en el montículo imponía un respeto pocas veces visto.
Fernando Valenzuela no solo brilló en el campo; su impacto fuera de él es igualmente significativo. En una época en que las relaciones culturales y sociales entre México y Estados Unidos eran complejas, Valenzuela se convirtió en un símbolo de orgullo y esperanza para la comunidad latina. Su éxito proporcionó una visibilidad crucial a los jugadores latinoamericanos, allanando el camino para futuras generaciones.
Tras retirarse como jugador, Valenzuela continuó contribuyendo al béisbol como comentarista y embajador del deporte, compartiendo su sabiduría y experiencia con nuevos talentos. Su humildad y dedicación a su comunidad lo establecieron como una figura respetada y admirada.
Hoy, el nombre de Fernando Valenzuela evoca más que estadísticas impresionantes; representa perseverancia, pasión y una conexión profunda entre culturas. Su historia es un testimonio del poder del deporte para superar barreras y unir a las personas, independientemente de su origen.
Este martes 22 de Octubre, Fernando recibió la llamada desde el dugout en las alturas, en vísperas de la serie mundial más esperada en la historia, en donde sus queridos Dodgers enfrentan a sus acérrimos rivales, los Yankees de NY, nuestro querido Toro fue invitado a ver historia en compañía de los inmortales del Rey de los Deportes.
Fernando se encuentra ya, camino a Valinor.
Saludos a todas y a todos y por aquí nos vemos la próxima semana.