Apartir de la realidad de que la política es muy traicionera, la parrilla de salida del gran premio presidencial de México es la misma de hace nueve meses. Sin embargo, como la política es muy acomodaticia, en un mes se tendrán las posiciones reales de los competidores.
Andrés Manuel López Obrador, moviéndose como presidente electo, desgastó buena parte de su capital político adelantando su agenda contra las reformas, porque la estructura productiva salió a frenarlo y se quedó sin municiones.
No era lo mismo oponerse a las reformas como discurso de campaña que encarar la imposibilidad de sus intenciones.
Ricardo Anaya Cortés arranca bastante zarandeado, sin capacidad de respuesta estratégica; confundió su agenda personal con la de su nominación. En los meses de precandidatura e intercampañas desperdició su principal activo político: la alianza con el PRD, la agenda de cambio de régimen y la propuesta de un modelo de desarrollo intermedio entre el neopopulismo de López Obrador y el neoliberalismo de José Antonio Meade Kuribreña. La incorporación de Jorge Castañeda como coordinador de estrategia podría darle contactos con el bloque de poder internacional.
Meade se quedó ahogado en el modelo neoliberal de desarrollo que sólo ofrece una tasa de PIB promedio anual 2019-2024 de 2.2 por ciento, con el mismo costo social de marginación del 80 por ciento de los mexicanos. El candidato de la alianza PRIPGR sólo pudo recuperar posibilidades –no puntos– justamente por el apoyo de la PGR con el expediente inmobiliario de Anaya.
Sin embargo, la PGR como coordinadora de la campaña del PRI no le alcanzará para quitarle la victoria a López Obrador porque no pudo evitar que la marca negativa Peña Nieto se trasminara al PRI.
El riesgo de Meade radica en la posibilidad de que el PRI pierda la posición de primera minoría en el Congreso y sea derrotado en las nueve gubernaturas en disputa. El modelo electoral Edomex 2017 sería la única posibilidad de Meade, pero con dificultades para operarlo.
Los baches de López Obrador serían tres: la indigestión de su triunfo adelantado y su comportamiento como presidente electo, su agenda populista ha comenzado a debilitar sus alianzas con neomorenistas del PRI y del PAN y su falta de pericia en los debates no podrá eludir los cuestionamientos de Anaya como polemista sobresaliente, de Meade con su preparación como funcionario y de Margarita Zavala de Calderón como el fantasma calderonista de 2006.
López Obrador como el adversario y Zavala sólo como pica crestas, sólo Anaya tendría posibilidades de recuperar posiciones y colocarse en una competencia entre dos, como ha ocurrido en 1988 (Salinas-Cárdenas), 1994 (ZedilloDiego), 2000 (Fox-Labastida), 2006 (Calderón-López Obrador) y 2012 (PeñaLópez Obrador).
Los tiempos de precamañas e intercampañas mostraron que el PRI –y Meade como su abanderado– no pudo remontar la carga negativa y la operación electoral tipo Edomex sería un escándalo nacional que pudiera llevar a la anulación de las elecciones. El error estratégico de Claudia Ruiz Massieu fue llevar el caso Anaya a la OEA donde le tienen bien tomada la medida al PRI; la internacionalización de las elecciones traerá a observadores como nunca.
Pero al final las cosas seguirán igual, gane quien gane.
Política para dummies: La política es la habilidad para no creerse las propias mentiras… y menos las de los demás.
Si yo fuera Maquiavelo:“El que menos ha confiado en el azar es siempre el que más tiempo ha conservado en su conquista”.