La población callejera es invisible en el entorno y más para quienes aspiran a cualquier cargo de elección popular, a menos que sirvan para llenar mítines a cambio de dinero o comida; sin embargo, unas 30 personas en tal situación tienen credencial de elector, pero no piensan usarla.
Alexia Moreno, activista de la organización El Caracol, comenta que aunque el INE sí ha otorgado credenciales de elector a población callejera, el documento carece de sección electoral, por lo tanto, sólo puede usarse para votar en casillas especiales y sólo para elegir presidente y senadurías.35
Son pasadas las cinco de la tarde, pero es apenas media jornada para ganar dinero a bordo de los vagones del Metro, brincando y golpeando trozos de vidrio que traen en una vieja y sucia playera hecha bolas.
Mientras sus padres esperan turno en el siguiente convoy, cuatro infantes comparten una sopa instantánea vertida en un sucio y maltratado envase de unicel; sólo hay dos tenedores desechables, así que se vale usar los dedos, aún más sucios que el recipiente.
Nayeli tiene más de 15 años en la calle; ahora tiene 31, un hijo de cuatro y un embarazo de 12 semanas. Para ella las elecciones no son importantes.
“No sirve de nada que vayas a votar si no te apoyan”, dice Nayeli.
El 14 de abril de 2015, el Instituto Nacional Electoral publicó un acuerdo para la expedición de la credencial para votar a ciudadanos en situación de calle, luego de una resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que dio la razón a un ciudadano sin hogar quien reclamó que le habían negado el trámite.
Sin embargo, el INE no cuenta con información actualizada sobre cuántas credenciales a personas sin techo ha otorgado en estos tres años.
La mayor parte del tiempo, la población callejera no existe para ninguna autoridad y menos en los programas de gobierno, pero en tiempos electorales las personas que viven en situación de calle se quedan en medio de los intereses pasajeros de partidos, aspirantes a cargos de elección popular y algunos sectores de la sociedad.
Negociar el voto
“El Cholo”, uno de los “veteranos” de la calle, recuerda que en otras campañas hay candidatos que negocian con vecinos de las colonias donde deambulan para que los retiren a cambio de votos.
Nayeli dice que hay partidos que buscan a “la banda” para que vaya a hacer bola en los mítines de sus candidatos. La paga es de hasta 4 mil pesos por un mes de arengas fingidas o a veces son tortas para los días de campaña. Se vuelven carne de cañón para intereses efímeros.
Por eso Nayeli no quiere votar, porque nunca regresan.
—¿Si tuvieras a un candidato de frente qué le pedirías?
—Que ayude a tener un techo, un lugar donde bañarse, que ya no hubiera tanta agresión de los policías a nosotros.
Pero de todos modos no va a votar, y sí “me moví por mis papeles porque mi niño no podía entrar a la escuela, porque no estaba registrada yo y no podía meterlo yo ni registrarlo”.
Agrega que gracias a que ya tiene acta de nacimiento, credencial de elector y CURP, pudo inscribirse al Seguro Popular y así poder dar seguimiento al embarazo de 12 semanas que lleva y, claro, para que su pequeño de cuatro años pueda cumplir las vacunas que le faltan.
Dentro de la estación La Raza del Metro, en el andén que va de Politécnico a Pantitlán, en la Línea 5, el grupo es compacto. “Ranchero” no acepta la entrevista, por desconfianza y porque no quiere que lo graben en video con el rostro magullado por los golpes que apenas la noche anterior le propinaron elementos de la Policía Bancaria e Industrial de la Secretaría de Seguridad Pública de la Ciudad de México.
“El Cholo” y “El Pelón” regresan de su “vuelta” en los vagones haciendo sus acrobacias con los vidrios y ellos sí quieren charlar, pero afuera de la estación, en su territorio.
Cerca de “Las Casitas”, en un bajopuente entre el Circuito Interior y la avenida Insurgentes Norte, en la delegación Gustavo A. Madero, “El Cholo” dice creer que su voto no vale. Ha votado antes y piensa hacerlo el 1 de julio y a su “familia” le dice que vaya a votar por quien quiera y ojalá y quien gane les ayude a tener su propia vivienda.
“Cholo” dice que ya perdió la cuenta de sus años en la calle, en la que está desde los nueve y ahora tiene 36, pero se acuerda que, cuando llegó, “El Pelón” ya estaba ahí.
Juan Carlos tiene 41 años y es el más viejo y respetado. Camina algo adolorido porque un día antes fue su cumpleaños y la tradición de la calle dice que debe recibir un golpe bien dado por cada año cumplido. Pero lo quieren y respetan. “El Pelón”, como le apodan, dice que ahora no podrá votar porque perdió su credencial de elector.
“Soy bien pendejo y se me pierde”, dice con esa certeza con la que asegura que varias veces ha ido a la Plaza de la Constitución a echar porras a candidatos que no conoce y que sabe que nunca conocerá.
Nadie en este grupo –o de otros que abundan en cualquier ciudad del país– conocerá personalmente a quienes buscan su voto y menos conocerán a quienes ocupen cualquier posición de poder, porque para ellos seguirán siendo los invisibles de las calles.