La salud visual en los infantes

POR NADIA CELIS

En el desarrollo de la visión, el primer año de vida del bebé es fundamental, por lo que es esencial su cuidado y atención, señalan especialistas en salud visual.

El Consejo de Optometría México detalla que al nacer los ojos y el cerebro de los bebés comienzan un proceso de maduración que termina de completarse hacia los siete años, momento en que se alcanza la máxima capacidad de visión y la habilidad de “interpretar” lo que se ve.

La licenciada en Optometría por la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Liliana Pérez Peralta, comenta que “cada niño desarrolla diferentes habilidades respecto de cada uno de sus sentidos a medida que va creciendo: el olfato, gusto, oído, tacto y visión tienen un papel primordial en su vida, puesto que es a través de la experiencia que el recién nacido comienza a comprender y ser parte del mundo que lo rodea”.

Explica que en los primeros dos meses de vida, el bebé sólo es capaz de ver altos contrastes en blanco, negro y tonalidades de grises. Aun así puede reconocer el rostro de su madre: el contraste de sus facciones, como el contorno del rostro, ojos, nariz y boca, llama su atención. Después, el sonido de la voz y olor de su madre favorecen el contacto visual y pronto se relacionan con la comunicación de ambos.

Para el tercer mes de vida, la especialista explica que el bebé es capaz de poner atención a estímulos visuales coloridos, como un móvil en la cuna, y mover sus ojos siguiendo algunos objetos brillantes.

Comenta que a partir del tercer mes de vida y hasta el sexto, la visión del bebé mejora lo suficiente como para permitirle tomar objetos, observarlos y clasificarlos. En tanto, alrededor del quinto mes, el bebé se sienta solo y eso le ayuda a rastrear objetos que se encuentran a su alrededor

Para el sexto mes inicia la coordinación binocular, con lo cual el bebé adquiere una visión tridimensional al lograr unir la imagen del ojo derecho con la del ojo izquierdo. Mediante el uso de ambos ojos a la vez, es capaz de calcular las distancias a las que se encuentran sus juguetes y aprenderá a juntar los ojos al ver objetos cercanos y separarlos para enfocar a distancia. A los 12 meses, al coincidir con el momento de aprender a caminar, la visión se encuentra completamente desarrollada.

DETECCIÓN OPORTUNA

Aunque en los menores resulta más complicado identificar los síntomas de enfermedades, es fundamental identificar a tiempo cualquier problema visual, subraya Liliana Pérez Peralta.

Sin embargo, comenta que existen técnicas básicas para saber si es necesario acudir a consulta con un optometrista.

Menciona que, en su experiencia en el manejo optométrico del paciente pediátrico, desde etapas muy tempranas, el niño comienza a conocer su mundo a través de la visión, de modo que el interés al mirar con atención el rostro de sus padres, juguetes y manos es sinónimo de un correcto funcionamiento visual, así que un bebé que no muestra curiosidad o cambios en su conducta ante los estímulos visuales del entorno podría tener algún problema.

Un ejercicio que se puede hacer es tapar uno ojo sin tocarlo y repetirlo en el otro. En este caso, un niño con problemas visuales tolera que se le tape un ojo con mala visión (incluso quizá no lo notaría); sin embargo, una respuesta normal es el rechazo o disgusto a no dejarlo ver. También se puede revisar la alineación de los ojos, pues la mayoría de los recién nacidos tienen una forma innata de coordinación visual que permite que los ojos no estén desviados.

Las fotografías pueden ser de utilidad, pues al tomar una foto a un bebé, la luz que entra a sus ojos puede reflejarse simultáneamente. Si en más de una foto tomada de frente este reflejo “naranja” no aparece, podría ser un signo de alarma.