De las 316 plantas cultivadas que utilizamos en México, 145 dependen directamente de la polinización; es decir, casi la mitad de lo que comemos existe gracias a este proceso en el cual el polen de las plantas se transporta de los órganos masculinos a los femeninos de la flor, “fecundando” y logrando así la producción de semillas y frutos.
Aunque existe la polinización por viento, la principal la hacen los animales y de estos los insectos son el mayor grupo: de ellos, las abejas son los mayores polinizadores.
Tanto las abejas melíferas como las meliponas se dedican a transportar el polen, convirtiéndose en una parte esencial para que se reproduzcan las plantas; y todas las plantas, no sólo las que nos comemos, sino otras que se usan en la fabricación de fibras, medicina y en la construcción.
Pero las abejas no solamente son importantes si deseamos que sigan existiendo los alimentos que comemos, tanto humanos como animales, sino para que exista la vida misma. El doctor Carlos Vergara Briceño, académico de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP) y entomólogo, dice que también las plantas que los humanos no consumimos son importantes para mantener la tierra y toda la naturaleza: en resumen, nuestra existencia depende de que haya plantas.
Particularmente, México es un centro de agricultura a nivel mundial, donde muchas plantas no originarias fueron domesticadas, como el jitomate, el aguacate o el cacao. En el país hay un total de 425 plantas, entre cultivadas y silvestres, que el ser humano utiliza de manera cotidiana. Y muchas cumplen un papel importante de manera indirecta, como la alfalfa, con la que se alimenta el ganado.
Si se acaban las abejas y dejan de polinizar, el primer efecto sería un colapso de la alimentación, porque prácticamente sólo comeríamos cereales. Carlos dijo que habría una crisis grave de alimentos, porque habría pocos, escasos y no tendrían suficientes nutrientes, así que los precios también subirían de manera incalculable.
Las abejas son las principales polinizadoras, y aunque todos piensan en las que producen miel, en la imagen tradicional de la colmena, el doctor en Entomología explica que hay cerca de 20 000 especies en todo el mundo. Las que más se han estudiado son las utilizadas para asistir los cultivos, pero también hay miles de variedades silvestres cuyos procesos de polinización aún no se conocen a fondo.
DÉFICIT DE ABEJAS
Si bien los números netos del crecimiento de poblaciones de abejas y colmenas han aumentado prácticamente en todo el mundo desde 2006, según conteos oficiales citados por el doctor Vergara, hay un déficit general de estos insectos porque el total es menor al que se necesita para los cultivos.
Sobre todo en zonas específicas como Estados Unidos y Canadá es donde han muerto más abejas, la mayoría durante la época de frío. Sin embargo, a nivel general sí hay una pérdida de colmenas causada principalmente por las afectaciones al hábitat natural y el cambio climático.
El avance de desarrollos urbanos, que destruye árboles y espacios de campo, le quita a las abejas lugares dónde vivir. Carlos explica que otro grave problema son las técnicas de cultivo que se utilizan al copiar la llamada “revolución verde”, que prácticamente planteaba cosechar a cualquier costo, sin importar cuánta agua se utilizara o cuántos árboles se talaran. Así, grandes extensiones de terreno con agricultura industrial, como en el norte de México y Estados Unidos, aunque estén sembrados por ejemplo con maíz, son lo que se conoce como desiertos biológicos, que no dan lugar a la existencia de interacciones entre plantas, animales y flores.
Otro de los principales daños a las abejas son los insecticidas neonicotinoides, cuyos principios activos afectan directamente el sistema nervioso central y modifican el comportamiento de algunos insectos. Este tipo de insecticidas puede causar parálisis que matan a los insectos, o incidir en los hábitos de estos, incluyendo el proceso de polinización. Si bien en Estados Unidos y Europa se han hecho estudios y han prohibido varios de estos pesticidas, en México no se ha discutido realmente a fondo.
De acuerdo con el investigador, en el país no hay organismos reguladores que se encarguen realmente de revisar el cumplimiento de estas restricciones, así que lo que queda es actuar desde la ciudadanía.
ALIMENTOS Y VIDA
Lo que las personas de a pie podemos hacer es empezar a utilizar moderadamente los insecticidas. Carlos recomienda informarse, revisar bien qué tienen y pensar en si es necesario usarlos en casa o no: la mayoría de la gente ve una araña, le da asco y quiere fumigarla, sin embargo no piensa que al acabar con ella se altera el equilibrio del resto de los insectos que conviven, y entre ellos todas las especies de abejas.
Una sugerencia es cambiar el pasto por las flores. Aunque se tiene la idea de que el pasto es lo ideal estéticamente, el doctor en entomología explica que consume mucha agua y de ahí no se alimenta nadie, así que es mejor tener plantas. En un caso ideal, árboles frutales, pero si no hay espacio se puede sembrar flores en macetas. Incluso un área pequeña como un huerto en casa se puede convertir en un jardín para polinizadores, y con eso dar lugares a fin de que poco a poco las abejas recuperen pequeños espacios de hábitat en zonas donde ha habido destrucción natural.
Dentro de toda esta reflexión, el investigador concluye que lo más importante es que los humanos nos reconciliemos con la naturaleza, porque somos parte de ella; y que volver a apreciar los árboles, las flores y los insectos es también darle su lugar al equilibro de la existencia de la vida.