La colonia El Tanque, emplazada en uno de los cerros de Magdalena Contreras, no sólo es uno de los principales pulmones de la Ciudad de México, sino que carga belicismo en su nombre y en su presente, pues es una de las colonias capitalinas asoladas por el narcomenudeo y la inseguridad.
Según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) y la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México (PGJCDMX), la demarcación tuvo hasta febrero un aumento de 138 por ciento en carpetas de investigación por narcomenudeo, en comparación con 2017.
Por ello, Guadalupe Jiménez, habitante de El Tanque, afinó el oído junto a su esposo e hija para escuchar a Claudia Sheinbaum, candidata a la Jefatura de Gobierno por Morena-PT-PES, en uno de sus recorridos proselitistas por la ciudad.
A mediados de abril, acudió a esta colonia cuyas rampas inclinadas, a la vez calles, vistas desde abajo hacen parecer que las casas de colores están una encima de la otra, para hablar con vecinos y ejidatarios sobre la inseguridad que azota a la capital.
Detrás del templete improvisado en una cancha de futbol rápido copada de morenistas, la familia Jiménez escuchó sobre los 300 centros comunitarios que la candidata promete construir en toda la CDMX .
Mismos que, según la doctora, combatirán la deserción escolar y prevendrán que los jóvenes se vuelvan delincuentes.
Esto, al parecer, es lo que tiene prioridad entre los Jiménez, pues ya están hartos de los robos y las balaceras entre grupos de narcomenudistas en las calles de El Tanque: “Está tremendo, a cada rato se oyen balazos; a cada rato policías y personas drogándose en las esquinas. Precisamente, acá abajo, a la vuelta de la escuela, hay un grupito de chicos drogándose”, contaba Guadalupe frente a los caballos que los ejidatarios llevaron al mitin.
La inseguridad, las peleas entre vendedores de droga y la inefectividad de las autoridades educativas en la CDMX, le han pegado de lleno a la hija de Guadalupe.
Y es que desde el sismo del 19 de septiembre, la escuela primaria “María Adelina Flores Morales”, donde la niña cursaba el tercero de primaria, tuvo daño estructural y fue inhabilitada.
“Desde que se dañó, ya no tuvimos acceso. Están cerradas las puertas y nos mandaron a la escuela Nabor Carrillo, y es donde nos están, de alguna manera, atendiendo, pero es un día sí y un día no.
“Una semana van tres días y otra van dos y si de repente se atraviesa algún festivo, se cancelan las clases. No ha habido clases formales desde el sismo”, afirmó Guadalupe.
“Yo no lo veo bien. Los niños deben ir diario a la escuela. Le quedaba cerca (la escuela dañada), y ahora tenemos que atravesar el cerro.
“Mi esposa trabaja y nada más la pasa a dejar, y yo, cuando descanso, voy por ella. Cuando no hay nadie que vaya por ella, no asiste a la escuela”, expresó con molestia Adolfo, el padre, quien es policía y resguarda una estación del Metro.
Guadalupe dijo sentirse frustrada porque debido a la situación de inseguridad y de drogadicción en la colonia, no se siente tranquila de que su hija camine de regreso a casa al concluir las clases, como lo hacía con otros niños antes del sismo.
“Teniendo la escuela aquí, era muy cerca y para ella era fácil regresar sola sin ningún problema; eran dos calles de distancia.
“Ahora es atravesar todo el cerro, donde hay mucho maleante. Atravesamos la avenida San Bernabé, que también está muy fea”, resaltó. Mientras al fondo se escuchaba la voz de la aspirante a gobernar la ciudad, la niña guardó silencio.
Ha quedado varada en su crecimiento académico y desarrollo social; a merced de quienes no han reparado su escuela y que no han podido darle certeza de caminar en su propio barrio para, como cualquier niña de su edad, asistir a clases todos los días, sin el temor que invade a sus padres.