Por: Armando Galván
Comida, regalos, música… Un ambiente festivo invadió ayer a Saltillo para dar tributo a las “madrecitas”.
Sin embargo, al empezar mi día, en mi camino al trabajo observo en un crucero a un automovilista: tiene semáforo en verde, pero se tarda en arrancar. El conductor de atrás, de manera respetuosa (¡es Día de las Madres!) le saca la vuelta y sigue su trayecto sin reclamarle nada.
Cualquier otro día, probablemente le hubieran refrescado la m…emoria con el claxon, y tal vez hasta se hubieran hecho de palabras.
Ya en el centro, en un puesto, un hombre regatea por un arreglo floral: “¿Es lo menos?”, pregunta al vendedor: “Se lo puedo dejar en 150”. El cliente opta por un ramo de 80 pesos. Es para su esposa.
En algunos puntos, las personas “torean” el tráfico de vehículos tratando de llegar a los negocios.
Muchas calles están obstruidas por las obras de repavimentación que realiza el municipio desde hace varias semanas y que han provocado el disgusto de comerciantes, transeúntes y automovilistas.
Frente a la Plaza de Armas, una mujer amamanta tiernamente a su bebé ante la mirada amable de quienes pasan, mientras otras personas juegan con niños que lanzan coloridos aviones e inflables.
“¿Vas a ir a la carne de mamá?”, pregunta una mujer a otra en el mismo lugar. “Lo más probableno. Hoy hay mucho trabajo y están buenas las propinas”. Juliana Ortiz comenta que labora en un restaurante de carne asada, donde en estas fechas siempre está lleno.
En una joyería de la calle Juan Aldama, al menos 10 personas preguntan los precios de diversas alhajas. Hay desde sencillos aretes de 150 ó 200 pesos, hasta artículos que pueden costar miles. Y ahí no se puede regatear. Uno de los clientes, Juan Alvizo Jiménez, confiesa que se tuvo que conformar con unos aretes de 400 pesos para su esposa, pues todo está muy caro.
Asegura que siempre le regala algo y que especialmente en esta ocasión porque hace un mes ella le dio a Iván, su segundo hijo.
Joel Carmona Loera, quien caminaba por Allende en busca de un regalo para su madre, vino desde Zacatecas –donde vive y trabaja para estar con ella. “A ver qué le consigo. Con el gasto del viaje no me quedó mucho, y todavía me tengo que regresar; pero no importa, nosotros siempre hemos sido solidarios y creo que mis hermanos me van a echar la mano. Lo bueno es que voy a estar con mi jefecita, que tiene 81 años, y no lo iba a dejar pasar. Ahí después Dios dirá”.
Momentos después, veo pasar a Joel; se dirige a una atestada parada de camiones con un sencillo ramo de flores en las manos, que será uno de los obsequios que recibirá su “jefecita”.