Leslie Delgado
Salir del closet es una expresión que se utiliza cuando una persona revela públicamente que su orientación sexual o identidad de género es diferente a la heterosexual. Algunas veces esta acción es una decisión que la persona toma; en otras, las personas se ven obligadas a dar explicaciones sobre su atracción.
A menudo, el primer paso es que la persona salga del closet. Esto sucede a medida que se va reconociendo la orientación sexual y se comienza a aceptar; luego se elige revelarlo a la familia, amistades y personas de la comunidad. Sin embargo, desde la perspectiva del presidente de la Asociación San Aelredo, Noé Ruiz, cada ser humano tiene la libertad de decidir cómo y cuándo hacerlo.
“¿Qué va a pasar al momento de salir? A lo mejor se va a tener la aceptación en mi casa, o en mi entorno inmediato, pero ¿cuál es el siguiente paso? Y ahí hay un problema, porque la identificación de las personas es mucho más fácil; sin embargo, no es sencillo hablarlo o decirlo porque no sienten esa confianza en esa red de apoyo. Ahorita lo ideal es llevar un proceso de acuerdo a cómo la gente lo va necesitando y que su salida del closet sea lo más natural que se pueda”, explicó.
Poco a poco, estas creencias fueron usándose en adaptaciones de expresión que derivaban en la homosexualidad. La expresión original “salir del armario” comenzó a ser utilizada cuando el activista alemán, Karl-Heinrich Ulrichs, animó a que el colectivo LGTB hiciera pública su condición sexual.
Sin embargo, no siempre ha sido usada para la comunidad. La frase en realidad nació de la creencia de que “el armario/closet” es el sitio perfecto en el que la persona guarda sus miedos, inquietudes y encierra todo tipo de secretos inconfesables de cualquier índole.
De tal suerte que lo profundo de la frase es avasallante, pues de por sí el interior de la habitación de cada persona es el sitio de mayor intimidad; introducir algo “más adentro aún”, sellado bajo más puertas, es sumamente oculto y, en las creencias antes referidas, vergonzoso.
Precisamente, José Miguel Romero, quien abiertamente se declara como una persona homosexual, relató a través de su testimonio las barreras que enfrentó al expresar sus preferencias en un entorno familiar tradicional donde la religión dictaba las costumbres, valores y forma de vida que se debían seguir.
“Hoy por hoy siento que sí es más fácil salir, pero todavía no es aceptable porque todavía no es bien visto. En mi caso, yo se lo comuniqué a mis padres. De entrada, desde niño se sabía que yo iba a tener esta preferencia, pero siempre estaba el dicho de ‘ojalá y no, ya se le pasará, es un niño afeminado, al rato se compone’, porque esas son las palabras que se usan. Para mí fue muy difícil esa parte de decir ‘a mí me gustan los hombres’ por el hecho de que es una familia católica y tradicional. Lo primero que me dijeron es que eso no era lo que me habían enseñado en el colegio, ‘nosotros no te lo inculcamos, ¿dónde lo aprendiste? Porque aquí en la casa no tenemos familiares así’, y eso es el primer tope al que uno se enfrenta”, contó.
Ayuda psicológica, la clave para lo que sigue
Si bien durante los últimos años se ha avanzado en la visibilización e inclusión de la población LGBTIQ, la resistencia a la aceptación de las personas que se auto perciben con un género diferente continúa estando presente en la sociedad. Por ello, ambos entrevistados destacaron la importancia de recibir una oportuna atención psicológica para lidiar con todo lo que conlleva este proceso de manifestarlo.
“Se genera estrés por el hecho de saber cuál es la reacción por las frases que te impactan y dejan marcado. Por otro lado, el hecho de decir qué va a pasar con mi vida de ahora en adelante, el cuestionarse si habrá repercusiones. Posterior a esto, hay que tener una ayuda psicológica porque necesitamos platicar con expertos en salud mental que sepan del tema, que tengan perspectiva de género y puedan tratar a la persona no como un bicho raro, porque recordemos que la psicología no estaba preparada para atender a la población LGBTIQ, porque era algo que estaba mal visto”, refirió Ruiz Malacara.
“Yo considero que al salir del closet se debe considerar decírselo a personas donde te sientas cómodo y que efectivamente se va a recibir ese apoyo, auxiliado de una ayuda psicológica que es fundamental. Aún falta mucha empatía, es decir, ponerse en la situación del otro, sobre todo porque no estamos haciendo nada malo, soy una persona igual que tú, tengo los mismos derechos y creencias, inclusive de formar una familia, pero aún existe el temor a lo desconocido”, indicó José Miguel.
Según la Encuesta Nacional sobre la Diversidad Sexual y de Género (ENDISEG) 2021, en México 5 millones de personas, es decir, el 5.1 por ciento de la población, se autoidentificaron con una orientación sexual y de género LGBTI+. Esto, de acuerdo con 92.4 por ciento de esos 5 millones de personas (4.6 millones), se autoidentificó con una orientación sexual (OS) LGB+ y 18.2 por ciento (909 mil), con una identidad de género (IG) T+.
Del total de la población de 15 años y más con OS LGB+, 10.6 por ciento (490 mil) se autoidentificó como lesbiana, 26.5 por ciento (1.2 millones) como gay u homosexual, 51.7 por ciento (2.4 millones) como bisexual y 11.2 por ciento (519 mil), con otra orientación sexual. Del total de población de 15 años y más con IG T+, 34.8 por ciento (316 mil) se autoidentificó como transgénero o transexual y 65.2 por ciento (592 mil), con otra identidad de género.