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22 de diciembre de 2025
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Navidad sin luces, pero con fe y solidaridad

Navidad sin luces, pero con fe y solidaridad
  • diciembre 22, 2025

Emmanuel Moreno, Laura Estrada, Miguel Villarello y Moisés Santiago

La Navidad no se vive igual en todos los hogares. Mientras para muchos representa celebración, regalos y mesas llenas, para otros es un tiempo de resistencia, y tiempos difíciles. Hay casas donde diciembre llega sin adornos, pero también sin rencor; sin abundancia, y con una fe que se mantiene firme pese a las carencias.

En colonias humildes, en familias golpeadas por la carencia, la enfermedad o la pérdida, la Navidad se mide de otra forma. Son historias donde la dignidad no se negocia y donde la esperanza se sostiene en pequeños gestos cotidianos.

Pero también es en estas fechas cuando la solidaridad cobra un sentido profundo. Organismos de la sociedad civil, iglesias, albergues, familias y ciudadanos comunes deciden extender la mano, acompañar y hacer comunidad con quienes más lo necesitan. No para resolverlo todo, sino para recordar que nadie debería sentirse solo en Navidad y que, aun en medio de la adversidad, la fe y la bondad siguen siendo un refugio compartido.

Del incendio a la esperanza: una Navidad que renace gracias a la solidaridad

A casi dos semanas del incendio que consumió su vivienda el pasado 9 de diciembre, Griselda Sánchez hoy sonríe con más calma y esperanza. La madre nigropetense agradeció el apoyo recibido luego que su historia se diera a conocer a través de Grupo Región, lo que permitió que muchas personas se acercaran para tenderle la mano en uno de los momentos más difíciles de su vida.

Griselda señaló que nunca imaginó la respuesta de la comunidad. Mensajes, llamadas y ayuda llegaron de personas conocidas y también de quienes no sabía ni su nombre, lo que le devolvió tranquilidad y la certeza que no está sola. Dijo que cada muestra de apoyo significó mucho para ella y su familia.

La afectada compartió que, gracias a la solidaridad de los nigropetenses, poco a poco ha comenzado a recuperar lo básico. Muebles, artículos del hogar y detalles llenos de cariño han sido clave para levantarse anímicamente y mirar hacia adelante con fe y determinación.

Con profunda emoción, Griselda afirmó que este año sí habrá Navidad en su hogar. Comentó que su hija, quien al inicio se encontraba triste tras el siniestro, ahora está contenta al saber que podrán celebrar juntas, rodeadas de su familia y con el corazón lleno de gratitud.

Agradeció a Grupo Región por la difusión de su historia y a cada persona que la apoyó. Aseguró que vienen tiempos mejores, que la reconstrucción de su casa está por comenzar y que esta Navidad será especial, marcada por el amor, la unión y la esperanza que nació en medio de la adversidad.

 

Sara Elida, una historia de resiliencia ante la adversidad

Esta Navidad estará marcada por la ausencia del querido tío “Lolo”, don Lalo Veloz, fallecido el 18 de diciembre. Sin embargo, con la resiliencia que la caracteriza, Sara Elida asegura que la vida y la muerte se afrontan con fortaleza. “Hay que soportar lo que la vida te tiene preparado; hay que vivir y disfrutar la felicidad aun en la adversidad. La vida me ha golpeado muy fuerte, me ha quitado a mis padres y a un hermano, pero aquí estoy, de pie, y no me rajo”, expresó.

Expresó que mientras amasaba la harina para preparar unas tortillas y en la lumbre ya tenía un sartén con un guiso de papa con carne, que sería la cena para la familia en el velorio de don Lalo. Recordó que hace años cuando su mamá cayó en cama, fue precisamente un 24 de diciembre y un mes después falleció, hace siete años perdió a su papá, pero se mantiene en pie por su familia, pues señaló que si se cae ella es como darle un mensaje equivocado a sus hijos, a quienes enseña a ser fuertes y sortear lo que venga.

Sara Elida Espinoza Bermea es madre de Yahari Yamali y Víctor Hervey, esposa de Victor y abuela de Francisco Damián, pero también es familia y amiga de vecinos y de toda aquella persona que se acerca a pedirle ayuda, pues es una mujer solidaria y compartida, así que en ocasiones es gestora social, otras veces asiste a los adultos mayores en un comedor comunitario, otras se ofrece a organizar loterías de apoyo a enfermos, otras simplemente se ofrece a escuchar y a dar un consejo, ya que se puede carecer de dinero pero no de bondad, expresó.

“No tenenos riquezas, no siempre puedo apoyar a la gente pero cuando lo hago lo hago de corazón, pero tengo muchos amigos y me siento muy querida por ellos y tengo una familia unida”, externó. Afectada por la neuropatía diabética, reconoce que la vida “cobra factura” en la salud, pero no puede detenerse, ya que su familia la necesita “la vida sigue, yo tengo que estar de pie por mi familia y por mí misma, no me puedo doblegar en momentos tan difíciles, porque si no soy yo, ¿quién?”.

Pese a las carencias, a los problemas de salud, a las pérdidas familiares, Sara tiene una sonrisa y las ganas de celebrar la vida. Expresó que para ella la navidad es una fiesta en familia y así se está planeando este año. “Cada año intentamos como familia tener nuestra cena navideña, mis hijos me dicen no es necesario un regalo, pero sí queda la espinita de sí puedo comprarlo. Ahora estamos pasando por este dolor, pero tenemos un nieto, es el alma, es mi vida, es el duendecito de la casa, entonces confiemos que sí”.

Aún no decide qué alimentos preparar, pero puede ser un pavo que le fue obsequiado, o tal vez “unos tamalitos”; de lo que sí tiene certeza es que esta navidad como todos los días tiene su casa abierta a quien guste comer, ya que si algo la hace feliz es compartir sus tortillas de harina, las pocas cosas materiales que posee y ese gran corazón que la llena de bondad.

 

Una Navidad sin luces, pero con esperanza: la historia de doña María

En una pequeña vivienda de la colonia 28 de Noviembre, a orillas del arroyo Zamora, del municipio de Múzquiz, la Navidad no llega con luces. Llega, como casi todo el año, con silencio, frío y preguntas sin respuesta.

Doña María Simona González Sandoval tiene 59 años y una rutina marcada por la incertidumbre. Cada mañana despierta sin saber si habrá algo para comer al final del día. En diciembre, cuando para muchos el aroma a tamales y la reunión familiar llenan los hogares, ella solo espera que el frío no sea tan fuerte y que alguien se acuerde de ellos.

“Si juntamos algo, comemos; si no, nos vamos a dormir”, dice con una serenidad que duele más que el llanto. No es resignación; es costumbre. Toda su vida ha sido así.

Durante años, doña María y sus hijos sobrevivieron trabajando como pepenadores en el basurero municipal. Era un ingreso mínimo, pero constante. Con eso lograban, al menos, comprar frijoles o algo sencillo para compartir en Navidad. Hoy esa posibilidad ya no existe. El cierre del tiradero los dejó sin trabajo y sin alternativa.

Su único ingreso fijo es una pensión de mil 900 pesos mensuales. Apenas alcanza para lo indispensable y, cuando llega el recibo de la luz, el dinero simplemente no rinde. En su casa no hay cocina. Nunca la ha tenido. Los alimentos se preparan con leña, entre humo, frío y precariedad. Aun así, Doña María no se queja: “es a lo que una se acostumbra”, dice.

Vive con sus hijos y nietos, compartiendo lo poco que hay. Ellos ayudan cuando pueden, pero también enfrentan la falta de empleo. La Navidad, para esta familia, no se mide en regalos ni cenas especiales, sino en algo más básico: abrigo para el frío y comida para pasar el día.

Cuando se le pregunta qué necesita, su respuesta es sencilla y modesta. No habla de lujos ni de dinero. Sueña con una cocina, aunque sea de lámina. Un espacio donde preparar los alimentos sin exponerse al clima. “Tener una cocina sería lo ideal”, dice bajito, como si fuera demasiado pedir.

En estas fechas abundan las historias de celebración, de mesas llenas y abrazos. Pero también existen realidades como la de doña María, que transcurren lejos de los reflectores y que solo esperan un gesto de solidaridad. No piden caridad, piden no ser olvidados.

Porque a veces, un poco de apoyo, una despensa, un abrigo o una mano extendida pueden cambiar el invierno de una familia entera.

 

Fe, alimento y abrigo para quienes más lo necesitan

La labor social y espiritual de la Diócesis de Saltillo y Casa del Migrante de Saltillo se basa en varios pilares, los cuales se intensifican significativamente durante el adviento, el período de preparación para la Navidad a través de sus posadas y brindar momentos de felicidad y reflexión a los grupos más vulnerables.

Esos pilares son la asistencia humanitaria, la evangelización integral, alimentación, comunidad y acompañamiento, menciona la Diócesis de Saltillo a través de un documento.

Alberto Xicoténcatl Carrasco, director de la Casa del Migrante de Saltillo, resalta que esta época se convierte en un espacio de acompañamiento, alimento y abrigo tanto en navidad como en fin de año para los migrantes y personas en tránsito.

La Diócesis de Saltillo refuerza su labor social y espiritual durante el Adviento, no obstante, mantiene una labor social y espiritual permanente a lo largo del año.

Sin embargo, durante el tiempo de Adviento esta actividad se intensifica de manera significativa, con el fin de reafirmar su compromiso con las comunidades más vulnerables de la región.

A través de sus 97 parroquias y rectorías, la Iglesia local desarrolla acciones fundamentadas en dos pilares esenciales: la evangelización integral y la asistencia humanitaria.

De acuerdo con el Obispado local, la evangelización no se limita a la enseñanza doctrinal, sino que se vive mediante el ejemplo y se traduce en obras concretas de caridad y servicio.

Indica en el documento que, en el ámbito de la asistencia humanitaria, la Iglesia actúa como una amplia red de apoyo que busca atender tanto necesidades básicas como emocionales.

Entre las principales acciones destacan la entrega de alimentos y despensas a familias en situación vulnerable, así como la organización de posadas comunitarias que promueven la convivencia, la alegría y la esperanza, especialmente entre niños, adultos mayores, personas privadas de la libertad y migrantes.

Asimismo, el acompañamiento pastoral ocupa un lugar central en esta labor en época decembrina, a través de la escucha activa y el consuelo a quienes atraviesan momentos de dificultad, duelo o incertidumbre.

La Diócesis de Saltillo subraya que el Adviento no es sólo un período de espera litúrgica previo a la Navidad, sino un tiempo para poner en práctica la solidaridad y el servicio al prójimo.

De esta manera, la fe se manifiesta como un compromiso activo con la sociedad, donde ayudar al otro se convierte en la expresión más clara de los valores cristianos.

Este apoyo también se ve reflejado en la entrega de alimento o despensas para los que menos tienen entre las comunidades más cercanas a las parroquias, incluso la congregación parroquial lleva a cabo la celebración de posadas donde reúnen a decenas de feligreses y familias a manera de reflexión sobre la solidaridad entre los cristianos.

Por su parte, Xicoténcatl indica que se mantiene vivo el espíritu de solidaridad en Navidad.

En medio de un contexto marcado por malas noticias y la falta de apoyos altruistas, la Casa del Migrante de Saltillo refrenda su compromiso humanitario durante esta temporada decembrina con la realización de la Posada Sin Fronteras

El cual es un espacio que busca que no decaiga el espíritu de solidaridad y esperanza propio de la Navidad, informó.

El evento está abierto a la comunidad en general, continuó, pues la intención es que la ciudadanía pueda conocer de cerca el trabajo que realiza la Casa del Migrante, convivir con las personas en movilidad y derribar prejuicios.

“Es un espacio de puertas abiertas para que la gente conozca quiénes son las personas migrantes, qué hacemos y cómo somos”, insistió.

Señaló que durante esta temporada decembrina, la Casa del Migrante atiende en promedio a 70 personas migrantes, de las cuales alrededor de 16 son niñas, niños y adolescentes, quienes encontrarán un espacio de acompañamiento, alimento y abrigo tanto en Navidad como en fin de año.

Destacó que pese a la ausencia total de apoyos por parte de entes públicos, la labor de la Casa se sostiene gracias a la solidaridad de la sociedad civil, fundaciones y organizaciones privadas, así como de escuelas, universidades, iglesias y grupos ciudadanos que organizan posadas y cenas con las personas en tránsito a lo largo de diciembre.

Subrayó la importancia del albergue en una ciudad como Saltillo, por donde transitan alrededor de 10 mil personas migrantes al año, quienes de no contar con este espacio humanitario se encontrarían sin alimento ni un lugar seguro para dormir.

Reconoció los gestos solidarios que se repiten año con año, como el de una familia de la colonia Landín, que desde hace más de una década ofrece la cena de Navidad cada 24 de diciembre, en agradecimiento a la ayuda que ellos mismos recibieron cuando fueron migrantes.

“La idea es que no decaiga el espíritu navideño ni la buena intención de ayudar, mientras haya solidaridad, la esperanza sigue viva”, concluyó el director de la Casa del Migrante de Saltillo.