10 de Mayo para las madres buscadoras

ZARZA AGUILERA
FOTOS: Alejandro Rodríguez
Mientras en muchos hogares el 10 de mayo se viste de flores, abrazos y mensajes de amor, hay lugares donde esa fecha duele, pesa y arde. Son las calles que pisan las madres que buscan a sus hijas, los altares improvisados por quienes perdieron a una madre o a una hija a causa de la violencia. Ahí, donde la esperanza lucha contra el olvido, el fotoperiodista Alejandro Rodríguez decidió detener el tiempo con su cámara.
Originario de Saltillo, Alex —como le dicen con cariño quienes lo conocen— no buscó retratar la celebración tradicional. Su mirada se fue hacia las ausencias, hacia el dolor que se convierte en dignidad y resistencia. En un Día de las Madres que para muchas es sinónimo de duelo, él se sumergió en las marchas, en los rostros cansados pero firmes, en las manos que sostienen pancartas con fotografías, nombres y fechas.
Su trabajo, más que un reportaje visual, es un grito congelado en imágenes. En cada fotografía, Alejandro logró lo que pocas veces se ve en los medios: mostrar el alma rota de un Estado que sigue buscando respuestas. Mujeres que alzan la voz con fuerza, aunque por dentro estén hechas pedazos. Abuelas que se aferran a la memoria de sus nietas. Hermanos que caminan con la foto de una madre desaparecida pegada al pecho.
“Yo no quise celebrar ese día, quise acompañarlas”, comentó Alejandro en una entrevista breve, como quien no quiere ser protagonista, pero termina siéndolo por la honestidad de su trabajo. Su lente no juzga ni maquilla; su lente abraza.
Cada imagen suya es un testimonio que incomoda, que confronta, que exige. No hay filtros ni poses: solo verdad. La verdad de un país donde ser mujer sigue siendo un riesgo, y donde ser madre de una víctima es convertirse, sin quererlo, en activista.
El trabajo de Alejandro no solo documenta; también honra. Da voz a quienes el sistema ha intentado silenciar. Y en este Día de las Madres, su serie fotográfica se convierte en un acto de amor, de memoria y de justicia.
Porque mientras haya alguien que las mire con respeto, que las escuche con el alma, que las retrate con dignidad, ellas no estarán solas.