Reelección de Tsai en Taiwán, lo que implicaría en relación con China
Por Luis Vázquez
Taipéi, 10 Ene (Notimex).– La presidente de Taiwán, Tsai Ing-Wen, potencialmente será reelecta en su cargo este sábado cuando en la isla se celebren las elecciones presidenciales, para marcar así otro nuevo quinquenio de independencia y soberanía respecto a China.
Con 23,7 millones de habitantes, casi 36 mil kilómetros cuadrados y reconocida como país por apenas 15 países del mundo (incluido el Vaticano), la antigua isla de Formosa no quiere rendirse ante China continental y prefiere optar por el mantenimiento de su status quo, caracterizado por la independencia.
Según datos adelantados por el comunicólogo Cédric Alviani, de Reporteros sin Fronteras y avecindado en esta capital, un 90 por ciento de los habitantes de la isla están en favor de la independencia respecto a la gran China (fundamentalmente la juventud) y sólo un 10 por ciento (los de mayor edad) están a favor de una relación de subordinación hacia Beijing.
Desde hace más de siete décadas la China continental considera a Taiwán como una “provincia rebelde”, pero, a pesar del peso y las presiones, Taipéi nunca se ha sentido débil frente a Pekín.
El periodista Frédéric Koller, del periódico suizo “Le Temps”, se pregunta cuánto tiempo más tolerará China la existencia de Taiwán, considerado oficialmente por Beijing como un “problema” heredado de la historia reciente.
“Nadie lo sabe”, responde el propio Koller, quien agrega que, “en estos tiempos difíciles, la experiencia taiwanesa merece la consideración de los estados democráticos”, como los integrantes de la Unión Europea y los miembros del T-MEC (incluyendo México).
Quienes si están seguros de lo que quieren son los propios taiwaneses. Un ejemplo no tan neutral de esta posición lo expresa la legisladora Ching-Yi Lin, quien también es directora del departamento de asuntos internacionales del ente gobernante, el Partido Democrático Progresista (PDP).
Como muchos de sus conciudadanos, acusa a China de intervenir en sus asuntos internos mediante la introducción de bots y trolls para difundir noticias falsas (“fake news”) y otras maniobras propagandísticas del mismo estilo.
El partido gobernante acusó a China de ayudar al partido opositor, el Kuomintang (KMT), desde los comienzos de la actual campaña presidencial en noviembre de 2019.
“Nos enfrentamos al desafío de China continental y podrían destruir nuestro sistema democrático. Ese es el desafío más importante en estas elecciones”, dijo Ching-Yi Lin a un grupo de periodistas que visitó la isla desde Suiza.
La diputada y operadora política de la presidenta Tsai Ing-wen sabe que el enemigo no es un ente interno. “No. Nuestro adversario no es el KMT; nos enfrentamos a China continental. Beijing nos bloquea. Por ejemplo, desde 2016, fecha en la que nuestro partido se convirtió en el partido gobernante en Taiwán, a todos nuestros miembros se les prohibió visitar Hong Kong”.
Lin igualmente denunció ciertos riesgos para su país, a raíz de las recientes protestas que tuvieron lugar en Hong Kong. “Muchos jóvenes dicen que temen que ya hayamos perdido nuestro país. Temen que, quizás, estas elecciones de 2020 sean las últimas en Taiwán porque China tiene una fuerte influencia aquí”.
Sin embargo, lo que sí sigue siendo cierto es que China mantiene a Taiwán excluido de las organizaciones de la ONU, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), “donde podría hacer una valiosa contribución”; así como de la misma Asamblea General, de la que fue sacada en 1971, cuando Beijing regresó por sus fueros a las Naciones Unidas.
Académicos de la Universidad Nacional de Chengchi (en las afueras de Taipéi), explicaron que el ejercicio democrático de los taiwaneses es relativamente reciente.
Recordaron que cuando Mao proclamó la República Popular de China en 1949, su adversario nacionalista Chiang Kai-shek volvió a caer en este bastión conocido desde hacía mucho tiempo como Formosa. Se suponía que el retiro era solo temporal. Pero, en realidad, el poder del KMT, el partido de Chiang, se extendió por toda la isla durante muchos años.
“Los nacionalistas establecieron un reinado absoluto y, con el apoyo de los Estados Unidos, Taiwán ocupó la sede de China como miembro permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas hasta 1971. No fue sino hasta la muerte del líder histórico, Chiang, ocurrida en 1975, cuando el KMT comenzó a aflojar cuidadosamente su control sobre el sistema político”, explicaron.
El primer partido opositor autorizado, el PDP, no apareció sino hasta 1986. “Actualmente, el KMT está a favor de una política pro-Beijing mientras que el PDP, el partido de la actual presidenta, Tsai, aboga por una postura más firme en materia de independencia”, resumieron.
Cualquiera que sea el porcentaje de la votación en favor o en contra de la presidenta, una realidad se impone. Taiwán es y seguirá siendo uno de los estados más dinámicos del sureste asiático en todos los sentidos.
Económicamente es floreciente, tiene todavía un potencial comercial por delante y, durante los últimos veinticinco años, su experiencia democrática lo ha convertido en un laboratorio para toda Asia.
La isla se ilustra con la promoción de la mujer en la política, el matrimonio para todos, el uso del referéndum, un sistema de salud envidiado en todo el mundo, su promoción de las energías renovables y una calidad de vida que lo coloca en lo alto de la lista de los países emergentes.
Diplomáticos occidentales basados en Taipéi, que pidieron la discreción, consideraron que este modelo taiwanés, abierto y democrático, “está cada vez más en desacuerdo con el proyecto autoritario nacionalista y de alta tecnología” de Beijing.
Sin embargo, según ellos, son las amenazas de la gran China, incluidas las militares, y el supuesto fracaso del modelo de “un país, dos sistemas” aplicado en Hong Kong, lo que deberá garantizar la reelección de Tsai, una presidente con la que China ha roto todos los lazos.
“China asusta cada vez más a los taiwaneses, por lo que ellos votan por la resistencia y la independencia”, añadieron.
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