Con más de 30 años de experiencia, Antonio Cepeda Ibarra, coahuilense originario de Bella Unión, municipio de Arteaga, da vida a burdos troncos de árboles caídos, convirtiéndolos en maravillosas esculturas de venados, jabalíes, búhos y figuras humanas, con las que ha logrado traspasar las fronteras nacionales.
En un esfuerzo por conservar una tradición familiar amenazada por las nuevas tecnologías, el escultor coahuilense es el único en la entidad que trabaja en madera imágenes de talla completa, policromadas y estofadas, para ofrecerlas al público.
En su taller, ubicado en las afueras de Arteaga, el artista utiliza las técnicas, materiales e instrumentos que aprendió de su padre, en un trabajo que además de requerir esfuerzo físico exige gran concentración y desgaste mental.
Destreza y concentración
En una pequeña mesa descansan taladros, esmeriles y otras herramientas que utiliza para dar forma y acabado a las más diversas figuras y con las que presume haber hecho en ciertas épocas hasta una escultura al día.
Aclara que en este arte no se requiere solamente destreza para manejar y reparar las herramientas. “Esto es un don de Dios… Hay que tener pasión y vocación”.
Cada obra hecha por él es pieza única, fruto de una labor puramente artesanal que ha dado la vuelta al mundo y que le ha merecido reconocimientos en países como Estados Unidos y Cuba.
“El 50 por ciento de mis trabajos se va para esos países”, declaró orgulloso Antonio Cepeda.
Imaginación, principal fuente de inspiración
Del pino, el pirul, el álamo y el cedro, el artista obtiene las maderas más nobles, pues son blandas y facilitan la realización de piezas que requieren gran volumen.
Comenta que le gustaría comenzar a experimentar con otros materiales, como la piedra, el mármol y hasta la piedra azul de arroyo.
El trabajo de Cepeda Ibarra se inspira principalmente en imágenes religiosas y figuras humanas; la mayoría de sus obras son vírgenes, cristos e indios. Las que se basan en la naturaleza y en pasajes religiosos son las que más le solicitan.
El escultor compartió que la imaginación es la fuente principal de sus creaciones, pues con ella ha logrado representar plásticamente numerosos animales salvajes, a los que da un acabado sorprendentemente realista, además, no oculta que su pasión por la actividad que le ha permitido participar en la formación de nuevos escultores como maestro en la Escuela de Artes de Arteaga.
Mientras admiramos un hermoso cristo, creación de más de dos metros de altura, en una de las habitaciones de su sencilla vivienda, don Antonio Cepeda manifiesta que es necesario trabajar más en la formación de nuevos escultores. En este punto, el hombre se emociona y comenta que nada le daría más satisfacción que sus sobrinos o nietos mantuvieran la vena artística que ha dado fama a su familia durante tantos años.
Para terminar la charla, el artista arteaguense explica que con amor, paciencia y dedicación, destina en promedio 200 horas a producir cada una de las esculturas que finalmente son atesoradas por conocedores y amantes del arte en México y otros sitios más allá de nuestras fronteras.
OPB