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Abuelitos de Jesús

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15 de Agosto 2019
La tradición refiere que san Joaquín y santa Ana, luego de vivir en Galilea cambiaron su residencia a Jerusalén, donde santa Elena, madre del emperador Constantino

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San Joaquín y santa Ana son los padres de la Virgen María y por ende son los abuelitos de Jesús. Lo que de ellos se conoce es por la vía de los evangelios apócrifos “Protoevangelio de Santiago”, el “Evangelio del Pseudo Mateo” y el “Libro sobre la Natividad de María”, de alrededor del año 150, escritos que, aunque no forman parte de las Sagradas Escrituras, sí son apreciados y valorados por el Magisterio de la Iglesia.

En el Libro sobre la Natividad de María, se informa que ella “fue educada en el templo del Señor, en la ciudad de Jerusalén. Su padre se llamaba Joaquín y su madre Ana” (1,1).

Abuelitos de Jesús

 

Estos piadosos escritos refieren, desde muchos siglos atrás, que ambos esposos deseaban tener descendencia para poder considerarse dignos de presentar ofrendas a Dios, así que Joaquín se retiró al desierto “y allí puso su tienda y ayunó 40 días y 40 noches” (Protoevangelio de Santiago 1,4). Mientras tanto, Ana, al no saber nada de él, pensó que habría muerto y “lloraba y se lamentaba diciendo: -Me lamento por mi viudez y también por mi esterilidad” (2,1). Dios respondió a su tristeza por medio de un ángel que le dijo: “Ana, el Señor ha escuchado tu plegaria, concebirás y darás a luz una hija y se hablará de tu primogénita por toda la Tierra” (4,1). Por su parte, a Joaquín también se le apareció un ángel que le dijo: “Joaquín, el Señor ha oído y aceptado tu ruego” (4,2). “Me he aparecido hoy a tu esposa que lloraba y rezaba y la he consolado; debes saber que ella ha concebido una hija tuya” y le ordenó: “Baja de las montañas y vuelve con tu mujer” (Evangelio del Pseudo Mateo 3,2). El día que nació su hija, Ana exclamó: “Mi alma ha sido glorificada el día de hoy” (Protoevangelio de Santiago 3,2).

 

La tradición refiere que san Joaquín y santa Ana, luego de vivir en Galilea cambiaron su residencia a Jerusalén, donde santa Elena, madre del emperador Constantino, hizo edificar la iglesia conocida como Santa María ubi nata est, sobre los vestigios de su casa, en el siglo IV. Ambos también murieron en Jerusalén, y allí fueron sepultados en una cripta sobre la que en el siglo IX los sarracenos construyeron una madraza (escuela para enseñar el Corán). Por ventura de Dios, la cripta y las tumbas fueron redescubiertas el 18 de marzo de 1889.

 

Una antigua tradición narra que el cuerpo de santa Ana fue trasladado a la ciudad de Apt, en Vaucluse, Francia, por san Lázaro de Betania, el hermano de Marta y de María, a quien Jesús volvió a la vida. El cuerpo, para su seguridad, lo escondió san Auspicio, obispo de Treveris en el siglo II, y fue redescubierto durante el imperio de Carlomagno. El más antiguo documento litúrgico de la Iglesia Griega, el Calendario de Constantinopla, del año 710, informa que los restos-reliquia de santa Ana fueron llevados por santa Elena de Jerusalén a Constantinopla, donde se sabe que estuvieron en la basílica de santa Sofía hasta el año 1333. El cráneo de Santa Ana fue conservado en la iglesia de san Esteban, en Maguncia, Alemania, hasta 1510, de donde fue llevado a la ciudad de Düren en Rheinland, Alemania, donde se venera en la moderna iglesia de santa Ana. En 1664, otra parte de las reliquias se llevaron a la capilla de Apt, en Francia.

 

Los restos-reliquia de san Joaquín quedaron sepultados en Jerusalén, donde se veneraban hasta el siglo XVIII, como asegura Juan Bautista León en su obra El animado cielo de María, San Joaquín, Padre de la Virgen Madre, y glorioso en su admirable vida, de 1723. El cráneo fue llevado a Colonia, Alemania, donde se conserva en la iglesia de los Macabeos dentro de un relicario de plata, del que emana una exquisita fragancia, con la inscripción Caput S. Ioachimi, cosa que confirma el Padre Papebrochio en el libro Vida del señor San Joaquín y de señora santa Ana, padres de la Madre de Dios, María santísima, escrito por el padre Estevan Binet, en Francia, y traducido al español en 1774.

 

En Roma se conservan los brazos de santa Ana, uno en la basílica de san Pablo extramuros, y otro, dividido en dos partes, una en la iglesia de Santa Maria in Aracoeli y la otra en la iglesia de San Marcelo.

 

Además, diversas reliquias ex ossibus de san Joaquín y de santa Ana se veneran en España: en la catedral de Málaga, en el monasterio de la Encarnación, de Madrid, y en el monasterio de san Lorenzo, en el Escorial.