Con-ciencia y sin corbata
Estar cansado sin saber por qué
Por: Emiliano Calvert
Últimamente mucha gente anda cansada. No enferma. No deprimida. Solo cansada. Y lo curioso es que, en teoría, todo está bien. Hay trabajo, hay rutina, hay agenda llena. Los días pasan “normal”. Pero algo se siente pesado. No es un cansancio físico. Es más bien una sensación de desgaste constan te, como si nunca se terminara el día del todo. Antes uno se cansaba por trabajar mucho. Hoy uno se cansa por no apagar nunca. Siempre hay algo que contestar. Un mensaje pendiente. Un pendiente “rápido”. Un “nada más reviso esto”. El problema no es el trabajo en sí. El problema es que ya no existe el cierre. No hay un momento claro donde el día se acabe. Trabajas, sigues conectado, cenas con el celular cerca, y antes de dormir vuelves a revisar. No pasa nada grave. Pero tampoco descansas de verdad. Y ese cansancio es silencioso. No te tumba. No te obliga a parar. Solo te vuelve más plano. Sigues cumpliendo. Sigues respondiendo. Sigues avanzando. Pero cada cosa pesa un poco más que antes. Lo peligroso es que nos acostumbramos. Normalizamos vivir así. Creemos que estar siempre disponibles es parte de ser responsables. Pero estar disponible todo el tiempo no es lo mismo que estar presente. Descansar hoy parece algo que hay que justificar. Poner límites parece exagerado. Y desconectarte genera culpa, aunque no haya una razón real para sentirla. No se trata de irte de vacaciones ni de cambiar de vida. A veces es más simple: terminar el día a una hora razonable, no contestar todo de inmediato, permitirte no estar “on” todo el tiempo. Porque descansar no es flojera. Es mantenerte entero. Y quizá el cansancio no viene de lo que haces, sino de no darte espacio para dejar de hacerlo. Mañana, cuando alguien te pregunte cómo estás, tal vez no haga falta decir “bien” por compromiso. A veces basta con reconocerlo en silencio: estoy cansado… y necesito bajar el ritmo un poco. No para rendirme. Para seguir.
