Con-ciencia y sin corbata
Gilberto Mora
Por: Emiliano Calvert
Gilberto Mora no salió a jugar la liguilla… salió a recordarnos lo que algún día fuimos.
Ese niño sensación que entró a la cancha tomándose su jugo de cartón –como si fuera recreo y no un partido que medio país vería en memes– se volvió, sin querer queriendo, el protagonista que nadie sabía que necesitaba.
Hoy, en la liguilla, el timeline está tapizado con él:
memes, edits, mini documentales improvisados, hilos de Twitter y hasta videos motivacionales con música de piano dramático hablando del “nuevo futuro del fútbol mexicano”.
La exageración típica de este país… pero esta vez, con razón.
Porque ver jugar a Gilberto es raro:
un chavito que no se quiebra, no se achica, no se pierde en la adrenalina.
Pisa como adulto, decide como adulto, se mueve como adulto, pero todavía se limpia la boca con la playera como morro de secundaria.
Un contraste precioso.
Y por si fuera poco, atrás de él aparece un Loco Abreu convertido en guía espiritual, casi papá adoptivo, festejando cada acción con la emoción de quien acaba de descubrir oro en un terreno baldío.
El problema –y aquí empieza la parte incómoda–
es que la felicidad de Tijuana se transformó en la duda del país.
¿Por qué solo tenemos un Gilberto Mora?
Porque la pregunta no es “qué bien juega”, sino
¿por qué demonios solo hay uno?
¿Dónde quedaron las generaciones que alguna vez presumimos como si ya hubiéramos ganado Italia 90?
Los campeones sub-17 que prometían cambiar el fútbol para siempre…
y terminaron cambiando nada.
¿Por qué cada seis meses espejeamos a uno o dos chavitos como si fueran la reencarnación de Cuauhtémoc, mientras Brasil, Francia o Uruguay sacan camadas completas y nosotros apenas logramos sacar un póster?
¿Y por qué un uruguayo vino a dejar ocho mexicanos titulares… mientras las “instituciones grandes” siguen coleccionando extranjeros?
Aquí es donde la historia deja de ser tierna.
Un viejo conocido del fútbol uruguayo llega, observa, entiende, limpia, acomoda, y te deja ocho mexicanos en la plantilla titular…
sin discursos patrioteros, sin PowerPoints de fuerzas básicas, sin promesas institucionales de “apostar por el talento nacional”.
Solo trabajo, selección natural y meritocracia.
Mientras tanto, las instituciones “grandes”…
siguen atrapadas en su burbuja de fichajes de catálogo, buscando el extranjero de 30 años que ya nadie quiso en Sudamérica, creyendo que eso es “competir”.
Y luego se preguntan por qué no salen nuevos ídolos.
¿Qué tendría que pasar para que cada club tenga 2 o 3 Gilbertos Moras?
Algo muy simple y muy incómodo:
1.Dejar de tenerle miedo al talento joven.
Si Brasil mete a un morro de 17, aquí también podemos. No pasa nada. No se descompone.
2.Quitarle poder a los representantes que prefieren jugadores “seguros” aunque aporten menos que un cono de entrenamiento.
3.Meter técnicos valientes, no administradores de riesgo que sienten que debutar jóvenes es una amenaza al empleo.
4.Proteger procesos, no partidos.
No todo se define en una jornada. Una joya necesita minutos, no discursos.
5.Aceptar que los Gilbertos no se forman solo en cantera… sino en confianza.
Y confianza no es romantizar: es ponerlos, exigirles y acompañarlos.
En fin…
Gilberto Mora no es la solución del fútbol mexicano.
Es el espejo.
El niño del jugo de cartón nos está evidenciando que el talento sí existe…
lo que nos falta son clubes que dejen de actuar como si cada debut fuera un volado con dinamita.
Si Tijuana se atrevió a poner ocho mexicanos y uno ya explotó,
¿qué pasaría si los demás dejaran de vivir en modo “no vaya a ser”?
Ahí está la pregunta que incomoda.
Y también la respuesta que nadie quiere aceptar:
No necesitamos otro Gilberto Mora.
Necesitamos más equipos con ganas de descubrirlos.
