Con-ciencia y sin corbata

Emprendedores al grano
Emiliano Calvert
El día de ayer, la Red Mundial de Jóvenes Políticos en Coahuila organizó una conferencia en Mobbys Café. Y aunque no hubo pancartas, ni debates salvajes, ni discursos que parecen copiados de ChatGPT con tintas de campaña… hubo algo mejor: autenticidad.
Ahí estábamos, una buena bola de jóvenes (algunos aún con cara de que hace dos meses pidieron permiso para ir al antro por primera vez) hablando de emprendimiento, de liderazgo, de sueños, fracasos, intentos, y de lo que significa (en serio) construir algo desde cero.
No es común ver una reunión así. A veces parece que hablar de ideas se volvió exclusivo de salones con corbata y PowerPoint. Pero hoy no. Hoy fue distinto. Hoy, mientras afuera seguía girando el mundo con sus pendientes, sus prisas y sus memes, adentro de un café local delicioso, nos dimos un pequeño lujo generacional: sentarnos a hablar, sin filtro y celulares, de lo que nos apasiona.
Y eso es algo muy satisfactorio.
Porque más allá de los logos, las fundaciones o los emprendimientos con nombres que podrían ser tanto una app como una agencia de viajes, lo que me emocionó fue ver la capacidad de los jóvenes para abrirse. Para decir “esto me salió bien” o “esto lo aprendí a la mala” sin miedo a ser juzgados ni a perder likes en el camino.
En una época donde la autenticidad es más valiosa que nada, ver a chavos entre 18 y 25 años compartir así fue como ver fuegos artificiales a plena luz del día: brillan más porque nadie los espera.
Y sí, lo confieso: me fui inspirado. Porque en esas caras vi algo que a veces se nos olvida en medio del Excel, el burnout y las frases motivacionales de LinkedIn: que el liderazgo también se cultiva desde la plática informal, desde el “oye, yo pasé por eso”, desde la humildad de contar el tropiezo sin necesidad de disfrazarlo de “proceso de aprendizaje”.
Hoy comprobé que a veces no se necesita un escenario enorme para tener una conversación grande. Basta un café, un par de sillas, y la disposición de decir las cosas como son.
Y si algún día el mundo cambia (de verdad), sospecho que será por encuentros como este. Donde no se finge. Donde no se vende humo. Donde se comparten cicatrices y se celebran ganas.
Así que gracias a todos los que asistieron, hablaron, escucharon y se atrevieron a mostrarse tal como son.
Y gracias también al café… porque si vamos a cambiar el mundo, definitivamente tiene que ser despiertos.