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3 de julio de 2025
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José Napoleón: el perro biker que viaja por México

José Napoleón: el perro biker que viaja por México
  • julio 2, 2025

Leslie Delgado

Gilberto González Martínez no viaja solo. Desde hace siete años, su inseparable compañero de ruta no es otro motociclista, sino un perro mestizo de gran tamaño llamado José Napoleón o, como lo llama de cariño, José Cabeza de Perro. Juntos han recorrido miles de kilómetros por las carreteras mexicanas, desafiando el viento, el sol y las miradas sorprendidas de quienes los ven pasar.

“Lo traigo desde chiquillo, tiene 7 años ya conmigo arriba de la moto”, cuenta Gilberto con una sonrisa mientras acaricia al lomito. La historia comenzó cuando Gil estaba por regresar a su natal Veracruz durante tres meses. Acababa de adoptar al pequeño cachorro, y dejarlo atrás no era opción. “Ni modo, le toca aprender a subirse”, pensó entonces, sin imaginar que aquel primer viaje sería solo el inicio de una vida compartida sobre ruedas.

Desde entonces, José Napoleón ha recorrido gran parte del país: ha subido la Malinche, nadado en playas, lagunas y ríos cristalinos; ha explorado la Huasteca Potosina y la mitad del Eje Volcánico Transversal. “Ha bebido agua desde nacimientos con agua cristalina hasta bañado en playas… ha visto los acantilados a 3,700 metros de altura”, relató Gil con orgullo.

Más que un compañero, José es un símbolo de lealtad mutua. “Yo lo cuido y él me cuida”, dijo. “Y no es solo cuidarnos, es andar de pata de perro, como dice mi mamá.” En cada travesía, ambos comparten paisajes, silencios y emociones, con la complicidad de quienes saben leer el mundo desde la carretera.

La historia de cómo llegaron a estar juntos es poderosa: “Él llegó conmigo, yo tenía un taller en el centro, y un lavacoches me lo vendió siendo cachorrito. Lo vi y dije, no, pobre, si no lo agarro, ¿dónde va a acabar?” Así, por un gesto que Gil apenas califica como rescate, José Napoleón cambió su destino para siempre.

Viajar en moto con un perro no es cosa menor, y muchos se preguntan cómo lo ha logrado. ¿Entrenamiento especial? Nada de eso. “Más que entrenarlo, fue que lo agarré chiquito. Desde los dos meses lo empecé a subir”, explica. Primero sobre el tanque, luego en el asiento. “Desde el primer viaje se fletó 1,200 kilómetros sin chistar”, recordó.

En un mundo donde las rutinas ahogan y el tiempo escasea, la historia de Gil y José Napoleón representa que la libertad puede tener forma de carretera… y que a veces, los mejores compañeros tienen cuatro patas, hocico curioso y alma aventurera.

“¿Y qué representa José para ti?”

Gil responde sin dudar: “Camaradería. Es mutua. Y juntos, pues se divierte. A su manera de perro, le gusta”.