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26 de junio de 2025
Opinión

Duermevela

Duermevela
  • junio 24, 2025

Escucharles

Cyntia Moncada

A las adolescencias se les escucha poco. Y cuando se les escucha, es con sospecha. Como si su palabra necesitara validación adulta para ser legítima. Como si para ser creíble, tuviera que pasar por el filtro de la madurez, esa trampa tan bien disimulada en frases como “no entienden”, “son muy chicos”, “ya se les pasará”.

Pero ¿qué pasa si dejamos de hablar de ellas y ellos y empezamos a hablar con ellas y ellos?

Desde Matatena, iniciamos los foros “De las aulas al Congreso” para hacer justo eso: escuchar lo que piensan, sienten y proponen las adolescencias sobre el embarazo adolescente. Lo que descubrimos en ese recorrido ha sido contundente: no solo saben que hay un problema, también tienen ideas sobre cómo enfrentarlo. Nombran sus miedos, sus carencias, su rabia. Y también sus ganas de cambiar las cosas.

Nos han dicho que en sus escuelas no se habla de sexualidad con claridad. Que cuando se habla, se hace desde el miedo o la culpa. Nos hablan de abuso. De silencios incómodos cuando preguntan. De compañeras que ya no volvieron al salón. De adultos que supieron y no hicieron nada.

Lo que están pidiendo no es otra plática aburrida sobre métodos anticonceptivos. Es información sin regaños. Acompañamiento sin juicios. Clases donde puedan preguntar. Hogares donde no les castiguen por hablar de sus cuerpos. Y decisiones que entiendan que prevenir el embarazo adolescente no es responsabilidad exclusiva de las adolescencias.

Lo que nos están diciendo, con otras palabras, es que quieren vivir su adolescencia libre de violencia, sin que la maternidad sea un destino impuesto, sin cargar con las consecuencias del silencio de los demás.

La mayoría de las veces, cuando se hablan de “prevención del embarazo adolescente”, lo hacemos sin escuchar a quienes más viven las consecuencias. Como si el embarazo fuera un descuido, y no una cadena de omisiones, violencias y negligencias. Como si bastara con entregar condones, cuando lo que falta es garantizar sus derechos.

Hay algo profundamente transformador en ver a un o una adolescente alzar la voz. No porque sea un acto de valentía aislado, sino porque revela mucho de lo que el mundo intenta callar.

Escucharles es incómodo. Porque cuando lo hacen, no sólo están hablando de ellas y ellos: está desnudando las fallas del sistema, el miedo de los adultos y la ausencia. Su palabra incomoda porque no pide permiso. Porque señala. Porque no encaja en el guion.

Ojalá dejáramos de preguntarles qué quieren ser de grandes, y empezáramos por garantizarles que puedan llegar a serlo. Sin violencias, sin miedo y, claro, sin maternidades impuestas.